CONTRA VIENTO Y MAREA

Corsetería Guillermo Berruti, una industria local que crece en silencio

En Lavalle al 700, Berruti tiene instalada su planta de elaboración de corsetería – Se inició en la actividad hace ya más de treinta años, junto a quien era entonces su esposa, con su propia marca, “hasta que nos fundimos”, reconoce – Pero luego, al vincularse con una firma importante del rubro, y pese a momentos de muchas dificultades coyunturales, su corsetería hoy emplea a más de treinta trabajadores

 

Instalada a metros de nuestra redacción, sobre calle Lavalle, hay una planta industrial netamente rojense, que emplea hoy a cerca de cuarenta trabajadores: sólo el movimiento de bicis y motos delata que allí hay mucha actividad. Es que, en silencio, peléandola casi en el día a día para mantenerse (como cualquier pyme industrial nacional), Corsetería Guillermo Berruti se sostiene y apuesta a su progreso.

“La corsetería abarca bombachas y corpiños, no mallas. Este negocio se inició hace 32 años con mi señora, Eliana Cúkar, en la calle Iribarne. Empezamos a fabricar una marca propia, que se llamaba Opalo, que duró hasta que nos fundimos. Estuvimos seis meses cerrados, pero retomamos con venta al público junto a las demás personas que trabajaban con nosotros, así que en total éramos ocho. En mi caso lo que sabía era producir, pero no vender. Entonces busqué una marca, y tuve la suerte y también la intuición de buscar en una revista que se llama ‘Punto y seguido’, y en las primeras quince páginas hablaban de una marca muy importante, obviamente de un dueño muy conocido, aunque no por mí, porque mi intención siempre fue tener mi propia marca. En ese momento habían nacido mis hijos, los trillizos, así que mi señora estuvo internada en Buenos Aires treinta días y yo iba todos los días, y un día me encontré con la dueña de esa marca, su hija y Fabián Janín, que era la cabeza de la empresa Sweet Victorian, en tanto su señora es la cabeza de los diseños, la que viaja a Europa y se informa de la última moda”, relata Guillermo Berruti, en entrevista con este diario.

Así, continúa, “me encontré con una empresa muy grande, con gerente comercial, gerente de compras y de producción, más todos los empleados que hay en una gerencia. Y les mentí (risas): les dije que mi señora, les iba a dar veinte corpiños, así que llamé a Rojas y les dije a las chicas que hicieran esos veinte corpiños y volví en el día, y ellos me dijeron que estaban bien, aunque eran un desastre (risas). Pero sucedía que ellos tampoco sabían hacer corpiños, sino que se dedicaban a hacer los top, y por eso fue que me empezaron a dar trabajo”.

Berruti nos explicó que este acuerdo quedó sellado hace ya 28 años, “y desde ese tiempo es la única empresa con la cual trabajo”, y reconoce que “hemos superado momentos muy duros, como el 2001, la pandemia, los diferentes gobiernos; y ni un día de todo ese tiempo me dejaron sin trabajo, ni un solo día me dejaron de pagar, y de nuestra parte, ni un solo día les hemos dejado de mandar prendas. Todo es recíproco, porque a esta firma le sirvió mucho y a mí, lo mismo”.

Así las cosas, prosigue, “Sweet Victorian fue la primera que hizo el push-up con arco, que trajo de Europa, y fue la primera marca que lo fabricó en Argentina. Más allá de que el nuestro no era su taller exclusivo, lo cierto es que hacíamos más prendas que el taller que tenían ellos, y cuando nos juntamos en la oficina de producción nos dicen a los encargados de los dos talleres que con dos dólares teníamos que comenzar la producción, era el tiempo del ‘uno a uno’, así que hice el cálculo, me dio bien, y empezamos a hacerlo, con la única condición de que todo lo íbamos a fabricar nosotros. Aparte de ese artículo hacíamos varios más, pero llegamos a hacer mil push-up por día, con un total de doce personas en la fábrica. Ahora hay 35 personas trabajando y se fabrica mucho más”.

Pero este panorama también tiene sus contrastes: “Es difícil mantener a las 35 personas de la empresa, más aún cuando no tenemos rentabilidad, hoy en día; pero a su vez no tenemos ninguna deuda: estamos al día en todo. Esta semana justamente tuvimos una reunión porque el sindicato aumentó el 30 por ciento más el 8, o sea que, con la recesión que hay, nadie puede comprar una bombacha y un corpiño, así que les convendría ir por un kilo de carne. Ahora tengo que ir a pelear por un 30 y un 8 que es retroactivo al 1 de agosto y lo tengo que pagar de mi bolsillo cuando la realidad es que no lo tengo, aunque tiro  de la cuerda, el empresario tira de la cuerda, pero lo bueno es que hasta ahora nunca se cortó en 28 de relación, siempre se arregla. Eso es lo más importante de esta unión”, indica.

No obstante, nos comenta que “con el dueño hablamos una o dos veces al año, porque Sweet Victoria no es solamente bombachas y corpiños: es mallas, pijamas; es una empresa muy grande. Y además de ser una empresa de ventas es una empresa financiera que tiene que estar al día, no es la misma empresa de hace 28 años, que no conocía nadie: hoy Sweet Victoria y Sweet Lady están compitiendo con Caro Cuore, Perlea, y con varias otras marcas, porque ahora estamos haciendo también corpiños grandes, que solamente en nuestro taller se hacen, y son productos complejos, de breteles grandes, tasas dobles, para competir con marcas que son conocidas y a su vez generar más ventas. Sin embargo este mes se vendió el 70 por ciento menos en general de todo el espectro de mercadería de la empresa”.

En ese sentido, asegura que “el dueño (de Sweet Victoria) tiene mucha espalda y seguirá confeccionando porque sabe que en algún momento se venderá. Mientras tanto, en una charla que tuve con él, me contaba que estuvo reunido con un economista para ver qué hacía, porque él tiene el dinero, y quiere saber si lo sigue invirtiendo en la empresa o se lo queda él, entendiendo que es una empresa con 150 empleados, más todos los talleres externos y los proveedores, es un circo muy grande”.

Berruti explicó que “lo que yo le decía de mi parte es que Sweet Victoria es una familia, porque en mi caso hace 28 años que estoy vinculado; Norma, que es la diseñadora, 27 o 29 años; el gerente de producción, 25, el gerente de ventas, David, que es el jefe de corte, hace 28 años que está. O sea que por un lado está ese vínculo que es prácticamente familiar, y por el otro la monstruosidad de la empresa, con siete pisos, y ahora sumó un galpón para trasladar a la fábrica a un solo piso  y no seguir con el desgaste de subir y bajar un producto. Siempre está pensando para adelante”.

Finalmente, nos señaló que “últimamente está viniendo gente a pedir trabajo. Justamente mi hija, que es publicista y community manager, puso un aviso en las redes y hay quienes se acercan con intenciones de trabajar así que estamos probando, una cuestión que por ejemplo en producción no se puede hacer mucho porque lo que trabajamos es calidad, eso es lo que quiere la marca y la encargada de nuestra empresa, que comenzó también 28 años. Por esto hay gente que queda y otra que no. Hay que saber que el trabajo no es fácil, hay que estar nueve horas sentado una máquina, duele la espalda, no es que te levantás y vas a tomar un café en cualquier momento, sino que hay un corte a las 11 de la mañana para almorzar y después continuar. En cuanto al horario de entrada se sabe que 5:55 hay que ingresar porque a las 6 tienen que estar cosiendo, hasta las 3 de la tarde, de lunes a viernes. En ese sentido debo decir que me siento más que agradecido a la gente que tengo, que empuja por la continuidad de nuestra empresa”.

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