EL CIELO ES EL LÍMITE

Cecilia Cordone conquistó el Kilimanjaro y piensa en el Himalaya

La médica veterinaria, tal como nos había adelantado, concretó este año una expedición a las nieves eternas de la mítica cumbre africana – Cecilia venía de coronar la cumbre del Aconcagua (una escalada muy distinta en lo técnico y en lo físico), pero quería disfrutar la experiencia de esta expedición – Y ahora planifica una serie de cumbres, en previsión del sueño de todo alpinista: el Himalaya

 

La médica veterinaria rojense Cecilia Cordone, tal como nos había adelantado, concretó este año una expedición a las nieves eternas de la mítica cumbre africana del Kilimanjaro. Cecilia venía de coronar la cumbre del Aconcagua (una escalada muy distinta en lo técnico y en lo físico), pero quería disfrutar la experiencia de esta expedición. Y ahora planifica una serie de cumbres, en previsión del sueño de todo alpinista: el Himalaya.

“Fue una experiencia hermosa, muy linda para todo aquel que gusta de la alta montaña, y es muy distinta a todas las escaladas que estamos acostumbrados a hacer en Argentina”, le dijo la ya veterana montañista a El Nuevo en Radio, tras su retorno del África.

-¿Cómo nace este proyecto de conquistar la cumbre del Kilimanjaro?

-Empezamos a hablar de este desafío cuando estábamos bajando del Aconcagua. Es como que tras cada montaña se va charlando la próxima, y en este caso, junto con el guía y con Pablo, el otro compañero que tuve aquella vez, dijimos que la siguiente sería el Kilimanjaro. En marzo de este año nos decidimos a ir, pusimos fecha para el 14 de agosto y allí partimos con un grupo de nueve personas, todas de Argentina, con algunos de Neuquén, uno de Salta, y Pablo, que está viviendo en Florida, Estados Unidos. Vivía en el país y por cuestiones laborales se fue allá, pero ya habíamos hecho unas cuantas cumbres con él y cada vez que planeamos hacer algo estamos en contacto para ver con qué seguimos.

-¿Cómo se manejó la logística?

-Generalmente, como siempre que voy a hacer alta montaña, lo hago con Julián Insaurralde, y la logística corre por su cuenta, aunque en este caso la diferencia que existe con el Kilimanjaro es que como es una montaña tan transitada por turistas, ya que suben alrededor de 30 mil personas a la montaña anualmente, para hacer cumbre o no, hay personas que se encargan de las cuestiones de logística en el mismo lugar, porque al ser un medio de vida para mucha gente, tenés que contratar a personal africano, y en base a la cantidad de personas que integran el equipo te indican la cantidad de guías locales, cocineros, y porters que debés contratar. A diferencia de otras montañas, en las cuales tenés que llevar de todo, al Kilimanjaro vas sólo con una mochila liviana y no mucho más. Por eso también es una montaña que se disfruta tanto, ya que uno de lo único de lo que se tiene que ocupar es de subir y disfrutar el paisaje.

-El Kilimanjaro está en un parque nacional muy protegido. ¿Cómo funciona el acceso?

-Es un parque muy grande. Al kilimanjaro se puede ascender por varios lugares, y es llamativo por las puertas de hierro que tiene cada acceso: no entrás salvo que tengas todos tus papeles en regla, y cada persona que va a subir tiene que pesar su bolso porque superando cierto kilaje no te lo llevan, ya que lo transportan personas, o sea que si te dicen 20 kilos es eso y no más. Para entrar ahí tenés que pasar por esas puertas, donde te revisan todo y se controla mucho que no se suba con drones. Esto seguramente será por algunas leyes que existen en el país, pero también quizás porque desde el primer día que se empieza a subir se lo hace totalmente por la selva, y es una cosa maravillosa, y el ruido de los aparatos debe molestar a la fauna.

-¿Qué ascenso practicaron?

-Entramos por la puerta Machame, por la cual la subida y bajada se hacen en seis días, mientras que hay otra puerta a través de la cual la subida y bajada se hacen en nueve días, ya que hay más días de aclimatación. Nosotros, cuando subimos, dormimos la primera noche en la selva, al otro día nos levantamos  e hicimos otro ascenso, y así hicimos tres ascensos, recién volviendo a dormir casi a los 5 mil metros, aunque en realidad prácticamente no descansamos porque para ir a la cumbre se sale a las 12 de la noche, por lo cual cenamos temprano, nos tiramos un rato en las carpas, a las 11 nos levantamos, nos preparamos y comenzamos la subida. Los primeros días de ascenso son maravillosos, porque además de encontrarte con un paisaje hermoso no es tanta la dificultad que tiene, cuando justamente en todo lo que es alta montaña generalmente los primeros días son de aclimatación, bastante tranquis. Pero en el último día es cuando pega el batacazo, ya que es el más difícil, aunque no es nada técnico ni tiene escaladas y se llega solo caminando, pero lo duro es la subida, que es bastante empinada. Cuando hicimos cumbre hubo una jornada demasiada fría y de mucho viento, con ráfagas de hasta 60 km/h, que se sentía como que te despegaba de la montaña. Y a eso había que sumarle que los guías tienen un andar muy despacio por la falta de oxígeno, con lo cual el frío se sentía mucho más y costaba entrar en calor. Pero como en este caso la finalidad de los guías es que todos lleguen a la cumbre, van con ese pasito delicado como para que nadie abandone.

-¿A qué altura aflora la cumbre?

-La cumbre está a los 5895 metros, que es la cumbre verdadera, porque el Kilimanjaro tiene otra cumbre, a la que llaman “falsa cumbre”, que está un poco más abajo, y hasta tiene un cartel, pero no es la real. La cumbre real es muy grande, no es un espacio en el cual entran sólo dos o tres personas y tenés que tener cuidado con el precipicio, por el contrario: hay mucho lugar. Pero el problema es que había tanta gente y todos se quieren sacar la foto con el cartel, más el viento y el frío, que no daba como para estar mucho tiempo. Lo que uno menos piensa que en una montaña en Africa se van a ver glaciares, y sin embargo, cuando vas caminando y llegando a la cumbre, aparecen unos glaciares gigantescos. Pareciera que estuviésemos en el Perito Moreno. Es algo muy llamativo y muy lindo. El momento de la llegada la cumbre, tanto en esta como en las anteriores, produce una sensación de haber cumplido con el objetivo, con la alegría que eso significa, e incluso pensando en ir por más.

-¿Cómo comparás el Aconcagua y el Kilimanjaro?

-En cuanto al estrés físico, el Aconcagua es mucho más desgastante que el Kilimanjaro. En lo personal, el Kilimanjaro me pareció difícil en el sentido del clima que nos tocó. De hecho, si no nos hubiese tocado ese viento, te diría que es una linda montaña para ir y hacerla, obviamente con una buena preparación; pero no tiene demasiada dificultad, y no se compara para nada con el Aconcagua, al que le dicen “el pequeño 8 mil”, ya que la gran dificultad que presenta es la falta de oxígeno, cosa que no pasa en el Kilimanjaro, donde a los 4 mil y pico de metros aún hay vegetación, mientras que a los 3 mil del Aconcagua ya no hay ni un yuyo, lo que de la pauta de que no hay oxígeno inclusive a poca altura, y ni qué hablar en la cumbre. En el Kilimanjaro no tuvimos que usar equipo de oxígeno, aunque en este caso siempre los guías los llevan, por las dudas. Lo que sí me llamó la atención fue la cantidad de gente descompuesta por el mal de la altura, que creo que pasa porque se subestima la montaña. Es una montaña tan visitada que la gente seguramente dice “vamos hacia allá”, como si fuese al Champaquí, pero después pasan esas cosas.

-¿Y ahora…?

-Estamos planificando algo que nunca pensábamos que lo podíamos planificar, pero salió la posibilidad de ir al Himalaya  a hacer un 8 mil, o sea que cada vez vamos por más, aunque todavía no sabemos cuándo. Por ahora el año que viene haremos Catamarca, donde haremos un 6500 y tenemos que resolver a cuál vamos a ir, cosa que vamos a decidir sobre la fecha o cuando estemos allá, porque en Catamarca hay cinco o seis montañas de más de 6500, entonces tenemos que ver cuál hacemos: si es el Incahuasi, el Ojo del Salado o el Pissis. Después, en julio vamos a Perú, donde lo que haremos será totalmente técnico, subiendo la montaña escalando en hielo, saltando grietas, todo tránsito en glaciar, como una preparación para el 8 mil, que veremos si lo podemos hacer ese mismo año o el 2025. Lo queremos preparar bien con el grupo, ya que los cuatro que formamos parte tenemos la misma idea de subir sin oxígeno, con lo cual debemos estar bien afilados para hacer el ascenso de esa manera.

 

HACIA LAS CUMBRES

“Hacer un cumbre siempre es la frutillita del postre, eso es indudable; pero lo que uno vive con la sola experiencia de ir a una expedición es espectacular. De hecho nosotros estamos planeando ir alrededor de treinta días (al Himalaya), que es lo que puede llegar a durar la expedición, o sea que son treinta días de convivencia, de experiencias, es algo inolvidable, y obviamente si te volvés con la foto de la cumbre es maravilloso, pero ya el hecho de regresar a tu casa desde la montaña y haber vivido todo eso, es fascinante…”

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