Se escuchan y leen muchas historias de argentinos que emigraron y, casi siempre, se muestra un costado de éxitos y felicidad, pero hay otras experiencias que reconocen las dificultades de iniciar una nueva vida en el exterior. Esta es la historia de una argentina que se pregunta si es feliz
Horacio Alonso
Desde hace un tiempo se cuentan historias de argentinos que emigraron y hablan de las bondades de su nueva vida. No siempre, pero existe como una idealización de esa experiencia. Cada una es diferente y personal. Si bien es cierto que hay beneficios que se sienten de inmediato (la estabilidad económica y la seguridad), a veces no alcanza para que el círculo de la satisfacción cierre completo.
Tiene que ver con cuestiones que pasan más por lo emocional. Eso lleva a algunos, que están dando sus primeros pasos en esta aventura, a replantearse si tomaron la decisión correcta y, más allá de lo conveniente en muchos aspectos, a hacerse una pregunta que llega hasta lo más íntimo.
Es el caso de Mariángel, una argentina de 36 años que, junto a su marido, dejaron el país en julio del 2021. Veinte meses después, en la cuenta de Twitter que abrió para estar en contacto con otros emigrados, se planteó el interrogante que muchos tratan de evitar.
“Nunca en mi vida me pregunté tantas veces si soy feliz como este año y medio de emigrada”, lanzó como una botella al mar.
La pareja no se fue de la Argentina por cuestiones económicas. Ella, diseñadora gráfica; él, en la parte de ventas del sector de la salud, tenían una vida sin sobresaltos. Sin embargo, había algo que no estaba bien.
“Me sentí expulsada de mi país. No veía lugar para hacer las cosas bien. Cuando estaba en Argentina esa sensación me molestaba. Ahora, desde lejos, me duele”, contó Mariángel desde Milán, Italia.
La decisión les llevó un tiempo tomarla. Evaluaron varios destinos como Estados Unidos, Francia y Portugal. Después de un breve período en España, recalaron en la ciudad italiana, donde algunos familiares le brindaban un entorno más cálido.
“En Buenos Aires, la vida era como en automático y no se me pasaba preguntarme si era feliz y si me gustaba lo que estaba haciendo. Hoy, en Milán, sí me lo pregunto” explicó
Asegura estar contenta con el cambio que le permite valorar las cosas cotidianas. Sin embargo, sabía muy bien el camino que tendría que recorrer: “Tuve muy en cuenta lo que nos dijo un amigo de mi marido que hace años emigró. Él decía que los primeros seis meses hay como un enamoramiento, después vienen dos años de crisis y tristeza. Una vez pasado ese tiempo ya estás adaptado.”
Los primeros meses no fueron fáciles ya que descubrió que la fantasía y la realidad van por caminos diferentes. «El mercado laboral italiano está quedado en el tiempo, no es competitivo. Es más competitivo el de Argentina. Tuve una etapa de replantearme qué hacer. Tuve una revolución interna y me preguntaba por qué todo eso no me pasó en la comodidad de Buenos Aires y no en nuestra situación”, reconoció.
A diferencia de lo que le había advertido el amigo de su marido, ella vivió una situación diferente: “No tuve etapa de enamoramiento. No conseguía trabajo. Varios argentinos que conocí cuando emigré me contaron que les pasó lo mismo”.
«Decidimos que Milan no era una ciudad en la que nos vamos a quedar. Vamos a darle un tiempo», agregó. Hoy Mariángel trabaja de petsitter, apelando a su pasión por los animales, y a Juan se le terminó un contrato temporal hace dos meses y está en una nueva búsqueda.
“Me hago todos los días la pregunta de volver y la respuesta, por ahora, es no. Si vuelvo voy a tener las necesidades afectivas cubiertas, pero voy a sentir de vuelta todo lo que sentía antes cuando decidimos emigrar. Igual no lo tomaría como una derrota”, dice con voz firme.
“La calidad de vida que ganamos acá es impagable. Puedo ir tranquila por la calle porque sé que no me va a pasar nada. Venía con expectativa moderada y el peor momento fue el choque que sentí con el tema laboral. No tenía la visión de que te vas de la Argentina y todo va a ser bárbaro”, explicó.
Con sinceridad, reconoció que “la emigración es muy compleja. No todo es fantástico. Me sirve leer las experiencias de otros en Twitter, pero es un tema muy personal”
Pese a una experiencia que contrasta con la de otros emigrados, la pareja está dispuesta a seguir aposando: “No nos pusimos un plazo para decidir qué hacer. Sólo sí vamos a darle un año más a Milán porque no estamos preparados para otra emigración dentro de Europa”.