Con la ampliación del urbanismo, las diversas actividades que captan la atención de los pibes y la aparición de las pantallas aquellos hermosos lugares de creación sin límites y de amistades espontáneas parecen extinguirse de a poco. Salimos a la calle para conocer historias, recordar anécdotas y saber del sostenimiento que le brinda el municipio a los espacios que quedan.
El crecimiento poblacional que se ha ido ampliando con el correr del tiempo, sumado a la gran cantidad de actividades que aparecen como oferta para los niños de hoy en día en diferentes ámbitos y claramente la atención que generan las pantallas han sido cómplices al momento de ir alejando a los pibes de un lugar al que muchos lo consideraban como su segunda casa, un espacio donde la libertad se abrazaba con la pasión, donde el talento se miraba con el ingenio, donde las amistades nacían espontáneamente.
El viejo y querido potrero es quien nos convoca hoy para saber que fue de él, de sus alegrías, de sus encantos, de sus miles de historias y anécdotas, el espacio donde se forjaron los grandes exponentes de nuestro fútbol, donde también quedaron tantos otros con unas cualidades enormes, pero que nunca quisieron alejarse de ese lugar maravilloso, del cual solo se nos alejaba con el grito “nene, es tarde, es hora de comer”.
El Nuevo Diario Rojense salió a la calle a recoger esos momentos maravillosos, y varios fueron los que se prendieron al juego, quizás con un dejo de nostalgia de haber pasado por esos campitos, donde pocas veces el césped le hacía un guiño a la tierra.
“Iba con mis amigos cuando era chico, hacíamos distintos juegos, estaba el 25, el mundialito, y si no hacíamos partidos entre todos, que era muy divertidos, generalmente era en barrio Progreso, COVENDIAR, por PYM, íbamos por diferentes lugares y donde salía se armaba el partido”, recordó Germán.
Luis contó que “gran parte de mi infancia la pasé en Uruguay, y allá en cada cuadra había tres potreritos, por ser un país más chico se vive de otra manera, hay mucho arraigo en cada uno de los barrios, pero a la vez es algo que se ha ido perdiendo porque los lugares se fueron poblando, hay más casas. Donde antes había campitos, como se le dice allá, hoy está lleno de casas, por eso poco a poco se van terminando”.
“Cuando era más chica jugaba mucho y todas las chicas del barrio y de otros lugares me venían a buscar a mi porque decían que era la mejor. Mi viejo nos había hecho una canchita con palos de madera, con dos arcos, y se jugaba siempre en el patio de casa”, expresó Ana Paula, jovencita amante del balompié.
Carlos, por su parte, dijo: “Cuando estaba el playón de la escuela 8 nos juntábamos ahí, que ahora es el Jardín 909, teníamos un día y un horario fijo y se armaban los equipos, y también torneos, y me acuerdo que aunque lloviese íbamos igual, hasta los cumpleaños festejábamos ahí.
“Soy de Carabelas, así que el pueblo cuenta con muchos lugares que los podíamos utilizar como potreros y jugábamos siempre”, manifestó Joel, vecino de la localidad.
Garmán también habló de los premios de aquel entonces: “La mayor parte de mi infancia la pasábamos con los chicos del barrio, y se jugaba por el paquete de jugo, la Coca no existía en ese momento. Generalmente salíamos a tocar la puerta de la casa de los amigos y de a poco nos íbamos juntando, después ya todos sabían que a las 7 se arrancaba, primero con algún 25 o el tres voleas, y después a full con el partido“.
“Lo que más me gustaba era ir a jugar a la pelota y divertirme con los amigos, sin ninguna preocupación, y lo que más recuerdo es que había todo improvisación, no como ahora que tiene que ser muy coordinado. Sabíamos que al momento de salir de la escuela y se armaba el fulbito hasta altas horas de la noche”, dijo un cuarentón, y agregó que “había partidos que se picaban, no había reglas ni faltas, pero era divertido”.
“Antes recuerdo que era infaltable todos los días ir a jugar al sitio, algo que se dejó bastante de hacer en estos tiempos, si no es un fútbol 5 en la cancha de sintético casi no se arman los partidos”, sostuvo Agustín.
Mario, que se sumó a este partido imaginario, destacó que “todavía hay chicos que van a jugar a los barrios, pero sin dudas que las canchas de sintético abarcaron mucho más la atención de la gente y también de los pibes”. “Creo que es algo que se fue perdiendo, con la aparición de las canchas de sintético desaparecieron los potreros”, apuntó José.
“Antes era clavado que en algún espacio veías pibes jugando y en otra época anterior íbamos todos los días, pero hoy veo que ya no pasa lo mismo, los chicos están todo el día con el teléfono y dejaron los deportes a un costado, o bien lo hacen en tal día en los clubes“, expresó Luis.
El rol del estado en el cuidado de los espacios
En su doble rol, de director de deportes y de profesor de Educación Física, Martín Caligiuri, aportó su mirada sobre el significado del potrero: “Eran espacios libres que no tenían ninguna ocupación ni intervención del estado, y por lo general los chicos lo adoptaban como un lugar propio de juego hasta que un dueño venía y los corría. Ahí se jugaba fútbol mayormente, pero también había otro tipo de juegos“.
“Hoy en día hay varios espacios públicos donde se han puesto arcos, se han marcado líneas, protecciones y tenemos una intervención desde el municipio, pero no es como el potrero de antes“, consideró.
“Lo que daba el potrero, en ese espacio que no decía nada, que no tenía arcos ni nada, era la invención, la creación, era algo placentero porque nadie iba obligado, mientras que hoy se opta por llevar a los nenes a alguna plaza. Aquellos lugares permitían que se establecieran sus propias reglas, entonces con dos ladrillos armaban el arco y ellos mismo determinaban cuando valían los goles“, subrayó el profe.
Destacó que “todo eso además permitía la interrelación de los que jugaban, se armaban los equipos de barrio contra barrio, escuela contra escuela, y había algo que no se encuentra en otros ámbitos, es que se producía la multiedad, y nadie lo controlaba, y ahí estaba el verdadero juego, donde no se necesitaba la presencia del adulto”.
Acerca del sostenimiento que le brinda el estado a los pocos espacios que quedan manifestó: “En Rojas, donde ando bastante por la ciudad, todavía se ven espacios donde están los nenes jugando solos, y son los más lindos, también hay chicos jugando en otros lugares donde se pusieron arcos y alambrados, pero ya con que esté el arco aparece una regla que hay que respetar. Lo que provoca el potrero justamente es también esa parte de interpelación entre lo que vale y lo que no vale, eso lo hace diferente a una clase en un club“.
“Hace un tiempo vinieron a la Argentina algunos representantes de otros países, sobre todo de Europa, y hay una nota muy linda con el entrenador de Bélgica, que cuenta que vinieron a ver como se desarrollaba el juego acá, y se llevaron tres o cuatro cosas para poner en práctica, una fue el potrero, se llevaron lo de la multiedad y la creación, eso tan fantástico que permiten estos espacios, ya que ellos no podían entender que los chicos se arreglaran solos“, expresó.
El viejo y querido potrero, cuantos recuerdos, cuantas anécdotas, cuantas amistades, cuantos goles que hasta el día de hoy quedan en las retinas. Ese momento donde correr y darle a la pelota del material que fuese era sinónimo de libertad, de tocar el cielo con las manos en cada festejo, de imaginar que teníamos la zurda de Diego. Vaya este recuerdo para esos espacios que deben estar ansiosos de ser testigos de un nuevo picadito.




