Cada vez que desciende estrepitosamente la temperatura en el partido de Adolfo Alsina, un evento natural bellísimo ocurre en las costas del Lago Epecuén: «la nieve de sal». Con un manto blanco formado por sal que da un aspecto similar a una nevada, se embellecen aún más la playas de uno de los sitios más interesantes de la provincia de Buenos Aires.
En las últimas semanas, los residentes de la zona aledañas y los visitantes han vislumbrado cómo tanto orilla del lago como las ruinas de este pueblo que supo tener su esplendor en los años 80, están repletas de pequeños cristales blancos, que se producen cuando el sulfato de sodio se solidifica al quedar expuesto a bajas temperaturas.
«El Lago Epecuén es una salina húmeda. Es el punto final de una cuenca de lagunas encadenadas y sin salida, que recibe aportes tanto de esas lagunas aguas arriba o de pequeños arroyos. Sin embargo, el aporte más importante de minerales es el dado por los surgentes que los arrastran desde las profundidades de la tierra. Esta condición milenaria fue almacenando en su lecho millones y millones de toneladas de minerales, en especial sales. Dependiendo de los ciclos hídricos, estos minerales o se diluían o se precipitaban conformando costras de cristales o ‘manto de sal’ como se lo conocía popularmente», explicó el Museo de Carhué.
Sin embargo, durante la década de los 80 hasta los 2000 este proceso natural desapareció, ya que el hombre introdujo enormes volúmenes de agua dulce con obras hidráulicas encaradas en los años 70, que impedían el proceso de enfriamiento y cristalización de la sal.
Tras la trágica inundación, el exilio de su población y abandono del pueblo, el lugar recuperó sus condiciones naturales y en 2012 el fenómeno reapareció, repitiéndose año a año. «Cuando llega el frío intenso y en especial las heladas pampeanas, la temperatura del agua de la costa baja rápidamente haciendo que se precipite el exceso de sal disuelta, pero en forma de cristales», añadieron.
Asimismo, gracias al viento y el oleaje, el Lago Epecuén expulsa dichos cristales a la costa, generando uno de los eventos más lindos y extraños que tiene la provincia de Buenos Aires.