SOCIEDAD 

A 31 años de la AMIA: «La ausencia de justicia será definitiva» 

Por 

Redacción El intransigente 

Este 18 de julio se cumplen 31 años del atentado a la AMIA, el mayor ataque terrorista en la historia argentina. En la memoria de Sofía Guterman, madre de Andrea, una de las 85 víctimas fatales, la herida sigue abierta. La historia de su hija, maestra de 28 años, es el símbolo de una lucha incansable contra la impunidad. “Queremos justicia. Sabemos que no devuelve lo que se perdió, pero los muertos también tienen sus derechos”, afirma con la voz quebrada pero firme, tras décadas de persistencia. 

Andrea había perdido su empleo en una guardería por la privatización de Obras Sanitarias, lo que la llevó a buscar trabajo en la bolsa laboral que ofrecía la AMIA. Aquel 18 de julio de 1994, cuando se dirigía al edificio ubicado sobre la calle Pasteur, el coche bomba explotó a las 9:53 y le arrebató la vida. Desde entonces, su madre transformó el dolor en un compromiso militante por mantener viva la memoria y reclamar una justicia que aún no llega. 

“Nosotros no sabíamos cómo actuar judicialmente, tuvimos que aprender todo. Pasamos de ser personas dedicadas a nuestros hogares o profesiones, a leer fallos, leyes, a entender cómo funciona la Justicia”, explicó Sofía en diálogo con Noticias Argentinas. A tres décadas del hecho, la causa sigue sin condenados y la esperanza de justicia se torna cada vez más frágil. 

Uno de los caminos propuestos recientemente por la Fiscalía es el juicio en ausencia, aprobado por ley en 2023, y que permitiría juzgar a los imputados iraníes y miembros de Hezbollah sin necesidad de que estén presentes. Sin embargo, Guterman es escéptica: “Siempre quisimos que los autores fueran juzgados con nuestras leyes, pero no se pudo. Y tal vez no se dé nunca tampoco”. 

La causa, cargada de irregularidades y complicidades, permanece estancada. “Es muy serio que después de tanto tiempo no haya justicia. Sería una ausencia definitiva, no solo para los familiares, sino para el país”, sostuvo. Y agrega: “Parecía que 85 personas no eran nada, que solo era un número. Me propuse darle vida a ese número”. 

Sofía también compartió detalles estremecedores de los días previos al ataque. Andrea tenía pesadillas recurrentes con personas que intentaban matarla, pero cuyas caras no podía distinguir. “Cuando Nisman me mostró a los autores, en silencio le dije a mi hija: ‘ahí están las caras que no podías ver’”, rememoró. 

El mismo día del atentado, Andrea debía ir a la AMIA. Sofía recuerda la última charla por teléfono: su hija le pidió que la acompañara, pero ella no pudo. “Tenía que preparar trabajos para alumnos que rendían materias previas. Me pesó mucho no haber ido con ella”, confesó. 

La culpa y el duelo no fueron sólo suyos. Un amigo de Andrea la cruzó en la calle momentos antes de la explosión, y le propuso merendar. Ella le dijo que estaba apurada. “Hasta hoy, me cuenta que siente culpa por no haber insistido. La misma culpa que cargué yo durante años”, relata Sofía. 

Desde el día siguiente al atentado, esta madre comenzó un peregrinaje por escuelas, universidades, sindicatos y centros culturales. “Quise que supieran quién era mi hija, no solo que se murió alguien el 18 de julio”. Asegura que con el paso del tiempo, la sociedad dejó de hablar de “85 muertos” como si fueran una estadística y empezó a entender que se trataba de seres humanos con historias truncadas. 

“Hoy los jóvenes siguen la lucha. Entienden lo que fue la AMIA y el horror del atentado. Eso me da esperanza”, concluye. A 31 años de aquel lunes trágico, el dolor sigue vivo, pero también la voluntad de memoria, verdad y justicia. 

Compartir esta nota