El filósofo, escritor y activista, pasó por Pergamino el viernes y visitó nuestra ciudad ayer sábado, para brindar un taller sobre política y salud mental, planteando “una intervención al interior de lo que podríamos llamar el campo de la salud mental o el campo de activismos o militancia en salud mental”
El filósofo, escritor y activista Emiliano Exposto, autor de “Las máquinas psíquicas. ¿Qué hacer con la crisis de la salud mental?”, recientemente publicado por el sello rojense Nido de Vacas, pasó por Pergamino el viernes y visitó nuestra ciudad ayer sábado, para brindar un taller sobre política y salud mental, en el marco del ciclo de charlas, talleres y debates FilosQué?, que patrocina dicha editorial, planteando “una intervención al interior de lo que podríamos llamar el campo de la salud mental o el campo de activismos o militancia en salud mental”.
Respecto de su trabajo, explicó, en diálogo con El Nuevo en Radio, que “el libro que publicaron los amigos de Nido de Vacas tiene una doble intervención: por un lado una intervención en la coyuntura política argentina, y por otro lado una intervención al interior de lo que podríamos llamar el campo de la salud mental o el campo de los activismos o militancia en salud mental”.
“Respecto de intervención en la coyuntura Argentina puedo mencionar tres cosas: me da la impresión que el problema del malestar, el problema de los estados de ánimo, el problema de las emociones, esto es la bronca, el hartazgo, la decepción, la desesperanza, incluso la ansiedad por la depresión, están en el centro de la campaña política y la coyuntura electoral del país. Esto es a raíz de la mayoría de los discursos críticos que nos dicen que las derechas o los neofascismos o la ultraderecha, hoy estaría siendo capaz de conectar, sincronizar o representar, el malestar social. Eso es algo que venimos escuchando desde hace rato. Luego creo que hay dos cuestiones respecto a la coyuntura que también tienen que ver con desplegar esta premisa anterior: cómo las derechas vienen a politizar o a representar el malestar. En este marco veo que la salud mental está en el centro de la campaña política; de hecho escuchamos una serie de discursividades públicas que tratan de frenar el ascenso de La Libertad Avanza atribuyéndole locura e inestabilidad emocional a su candidato, o sea que estamos hablando en un lenguaje que hace pie en la salud mental. Y después tenemos una cuestión que me parece interesante, que daría la impresión de que el miedo, ya no solo la locura o el malestar, está jugando un papel importante. Esto es el miedo a perder ciertos derechos, el miedo a avances del neoliberalismo en la privatización de nuestras vidas, como si en el miedo, el malestar y la locura, se estuvieran elaborando no solamente emociones o pasiones individuales, sino una lectura de la coyuntura”, reflexionó. Por eso, planteó, “me parece que hacerse hoy preguntas por la salud mental también implica hacer preguntas al núcleo íntimo de nuestra coyuntura colectiva”.
PANDEMIA Y SALUD MENTAL
“Respecto de la influencia de la pandemia, en sus diferentes aspectos, tengo dos impresiones: la primera es que fue un acontecimiento o un proceso traumático y que la palabra ‘fue’ es un tanto imprecisa. Quiero decir con esto que la pandemia todavía no forma parte del pasado, porque sus efectos emocionales, económicos y sanitarios, y porque no tenemos en claro qué fue, todavía siguen repercutiendo en el presente. Todavía no sabemos cómo sentir lo que nos pasó y lo que nos pasa con la pandemia. Incluso todavía no sabemos muy bien que pensar. Entonces, por un lado diría que la palabra ‘pospandemia’ sirve para entendernos un poco, para poder dialogar; porque si no sería muy difícil mantener una conversación. Pero todavía de alguna forma estamos en los efectos sentimentales de la pandemia. Por otro lado me da la impresión que la pandemia puso en evidencia, y esto es lo que me interesa en particular por mi activismo, que atravesamos una crisis de la salud. De hecho se habla cada vez más de salud mental, que las cifras de depresión, de ansiedad, de suicidios, de trastornos en la conducta alimentaria no paran de crecer en Argentina y en el mundo, y que eso fue algo que la pandemia volvió evidente. Cuando decimos que una de cada tres personas en el mundo padece algún trastorno mental, estamos hablando de que la ansiedad y la depresión, que son los mayoritarios, no son un problema individual, porque si una de cada tres personas lo atraviesa es que estamos hablando de un problema global, colectivo y muy estructural”.
SALUD MENTAL Y CAPITALISMO
“En primer lugar, si hay una crisis de la salud mental, es al interior de una crisis multidimensional de la sociedad capitalista; porque hay crisis ecológica, crisis económica, crisis social y crisis anímica o de la salud mental, que a su vez están todas interconectadas. En segundo lugar, si hay una crisis de la salud mental, de los estados de ánimo, de las emociones, me da la impresión de que es porque también se han acelerado o profundizado durante la pandemia lo que los investigadores llamamos los ‘determinantes sociales’ de la salud, o los condicionamientos sociales. Por ejemplo, se profundizó la pérdida laboral, la explotación, la precariedad de la vida, la crisis de la vivienda, cada vez es más difícil llegar a fin de mes, la violencia de género tiende cada vez más a aumentar; está claro que se profundizaron las determinaciones bien concretas y materiales y estructurales al interior de los estados de ánimo, y en este sentido es fundamental pensar que la crisis de la salud mental o de los estados de ánimo tienen causas estructurales, como el racismo, el capitalismo, el patriarcado, etc. En tercer lugar, tengo la impresión de que la crisis de la salud mental, y el hecho de hacer política con cuestiones tan difíciles como la depresión o el intento de suicidio, nos mete en un embrollo muy complejo, porque estamos hablando de una materia prima, la depresión o la ansiedad, que no son tan fáciles, o sea que por más que digamos que el capitalismo o el patriarcado es el problema, eso no me ayuda a levantarme de la cama. Tenemos que imaginar una política y una serie de acciones colectivas que no sabemos muy bien cómo son porque tendemos a pensar la política bajo esquemas que yo diría que no son los que se llevan mejor con los estados de ánimo de la depresión o la ansiedad, sino que son esquemas voluntaristas o heroicos”.
LEGISLACIÓN Y SALUD MENTAL
“La Ley Nacional de Salud Mental es una conquista histórica de los movimientos, de las luchas y militantes del campo de la salud mental en la Argentina, de modo tal que es un piso básico que hay que defender, del mismo modo que la Ley Nacional de Aborto y otros derechos conquistados a través de las luchas colectivas y sancionados por diferentes formas de voluntad política, Dicho eso, me parece que también necesitamos imaginar formas de acción política, de investigación y de comunidad en torno a la salud mental que vayan un poco más allá de la acción jurídica o una ley. Me da la impresión de que la ley de salud mental nos dice que ante la crisis anímica que atravesamos necesitaríamos más psicólogos en los barrios, más profesionales de la salud mental, como si la crisis de la salud mental se solucionara con más profesionales de la salud mental, con más psicofármacos, como más psicólogos en los barrios y más terapia. No podemos resolver la crisis de la salud mental sistémica mediante respuestas individuales terapéuticas o farmacológicas. En la Argentina se hizo hace muy poco un censo, y en la Ciudad de Buenos Aires los datos son alarmantes, ya que acontece un suicidio cada tres días, y ante eso las políticas que tenemos están gestionadas por lo que los activismos llamamos ‘abordajes profesionales’ de la salud mental, que incluye a psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas y trabajadores sociales, y a mi me interesa que pensemos una política de la depresión, otra de la ansiedad, y de la desesperanza, en primera persona, no solo desde el punto de vista de los profesionales de la salud, que tienen saberes muy válidos, sino en primera persona, lo que quiere decir que cada uno de nosotros tenemos un saber por nuestras propias experiencias sobre las emociones, y ese saber es tan válido como el saber profesional. Ese saber es quizás la premisa para imaginar y pensar políticas que todavía no se han podido formular, con lo cual ese es el hermoso desafío, o dificultad, que tenemos por delante”.