Martes 11 de septiembre de 2007, 11hs. en un bar de mi ciudad.
Al entrar me llaman de una mesa donde entre otros parroquianos se encontraba una periodista local que luego de los saludos de rigor, tomó la palabra para conminarme, bah, invitarme gentilmente a que escribiera una nota de opinión cuyo tópico fuera la cultura.
Fue así que con unos pocos datos más como el tema, plazo de entrega y extensión, me entregué a la tarea hasta concluirla.
Pero por esas circunstancias que tiene la vida, de transformación constante, de sucesos, fases como lo dictamina el I Ching, la nota no pudo publicarse. Más hoy, y porque existe una ley natural de compensación, también lo acierta ese gran libro, la generosidad de otro periodista, permite su difusión.
Trabajé en principio con varias hipótesis, para decidirme finalmente y dado lo perentorio del caso en aquel momento, por una trascripción lo más fiel posible de las ideas y conceptos que sobre el tema “cultura”, rondaban por mi cabeza.
Según el diccionario de la Enciclopedia de la lengua castellana, cultura significa: (del Latín cultura) f. cultivo// ant.Cult 4ª acep.// Fig. Efecto o resultado de cultivar los conocimientos y de mejorar las facultades del intelecto por medio del ejercicio.
De lo que se desprende por analogía que el intelecto es un vasto campo sometido, o mejor dicho atravesado por avatares, no solo climáticos, también políticos, económicos o afectivos, en fin, todos aquellos planos de la existencia humana.
De ahí también la dificultad que se presenta si uno quiere abordar la problemática desde solo uno de esos aspectos, porque así como hay territorios mentales favorecidos con los conocimientos necesarios, o porciones atestadas de información basura, de eso da cuenta con creces nuestro sistema mediatizado hasta el hartazgo, hay también parcelas baldías, inhóspitas, achaparradas, a las que acudir con las semillas y la más fértil de las tierras.
Aquí una digresión y una duda.
Sabemos que históricamente los límites, ya sean alambrados tangibles o ideológicos se instauran y remueven según pautas transitorias.
Así una pampa infinita donde conviven en equilibrio diferentes especies de plantas, animales con sus moradores originarios, se transforma en terreno acotado, restringido y usufructuado por unos pocos.
A eso se lo llama “civilización”. Y creo, es un producto cultural.
Es en esa escalada al presente, donde vertiginosamente pasan los años, de manera tal que nuestra historia nos parece la historia de otros, o escrita para otros. Actos y hechos en un país, quién sabe donde. Es a lo que llaman “proceso”. A eso llaman “cultura”. ¿Esa es nuestra cultura?
Una metáfora de “El castillo” de nuestro torturado joven K., donde cada intento de realización se ve amenazada por cientos de obstáculos a sortear. Un espejo fragmentado en el que ya no podemos distinguir imágenes con nitidez. Alucinante y atomizado calidoscopio con miles de datos para apabullar-desinformar-, donde la especificación adquiere un grado tal, que hace de la comunicación franca una tarea desgastante, desalentadora.
Es ésta Babel contemporánea, hiper-mediática, la que se va apropiando arteramente de los espacios contribuyendo a empobrecer la educación. Lentamente, sutilmente, nos arroja a la medianía, convertidos ya en entes.
“Desde la hipocresía no puede haber cultura, solo un remedo de la misma”.
Hoy la mediocridad es aceptada como valor de cambio y nos empuja a sobrevivir a partir de clanes-tribus modernas-, fortaleciendo este modo, una creciente ideología de la discriminación. Allí valores como la lealtad, el respeto y la tolerancia, resuenan inocentes palabras jaqueadas por un entorno hostil. Este sistema da ejemplos a diario del modelo exclusión utilizado.
“Una sociedad que dispara sobre uno solo de sus ciudadanos, se está suicidando”.
Es en ese contexto, amargo y desmoralizante, que necesitamos nuevas estrategias a desplegar. Modelos con actores válidos, no por un lugar ocupado, sino por cómo ocupen ese lugar. Elementos de interrelación para una comunicación fluida, tanto vertical como horizontalmente. Un sistema abierto, en construcción permanente y con un intercambio dinámico con otros sistemas organizados, sean estos pirámides o islas.
Hoy más que nunca esta sociedad, los hombres que la componen, necesitan y merecen un horizonte amplio, donde la Utopía, llámese sueños, anhelos, sentimientos de pertenencia y proyectos enaltecedores de la condición humana, tengan no solo abono y terreno suficiente para su concreción, sino también reconocimiento y el acompañamiento en el marco de una acción solidaria y de inclusión de la profusa diversidad a la que pertenecemos.
Si observamos a la naturaleza veremos que, aunque cruel, trata certeramente a todos sus integrantes.
Está en nosotros como individuos componentes de grupos, facciones, sectores y organizaciones representativas de los aspectos antes mencionados, no encerrarnos en comportamientos autista para encontrar los medios, las propuestas organizacionales alternativas y el sentido de integración que supone la cultura, bajo una verdadera pluralidad identitaria.
Revancha. Venganza.
Encaramarse a ese palo rústico,
Salvaje y sediento de sangre.
Paso lento, lentísimo sobre las baldosas antiguas,
Un olor acre embota al mundo.
La creación, efímera, es un maestro hermoso.
El universo se corrompe
Y el tan ansiado nuevo orden, nueva vida, nuevo futuro,
Desata humanos, no ángeles,
No luces divinas.
Humanos tristes, en pedazos,
Una máscara hueca como todas las caras,
La tuya, la de todos, finalmente la mía.
Fin de la vida, fin de los sueños,
Afuera los rezo distantes
Y un cielo frío también ajeno como ese perro callejero.
Lavar los pies, los nombres, las razas,
Y a la serpiente que mira absorta, el cuadro majestuoso.
Nada será, si velozmente, el secreto de todo camino, de toda pared, estalla.