julio 10, 2025

Quito, la ciudad que acaricia las estrellas

Personas caminan frente al Palacio de Carondelet, en la ciudad de Quito. (Xinhua)

Más allá de las particularidades que la hacen diferente a otras metrópolis, como estar rodeada por unos 15 volcanes y ser la segunda capital más alta de mundo, Quito es la única ciudad del planeta cortada por la línea imaginaria del Ecuador, el meridiano que divide al mundo en dos hemisferios, el Norte y el Sur.

Además de ser el centro histórico más grande y mejor conservado del continente es el más antiguo sitio en ser declarado patrimonio de la Humanidad (1978). Construido a los pies del volcán Pichincha, conserva sus calles repletas de iglesias, monasterios y todo tipo de monumentos y se consagra como ciudad libre desde 1812.

En el centro histórico de Quito, que en el idioma ancestral quitu-cara significa “pueblo de la mitad del mundo”, confluye la vida cotidiana de miles de comerciantes, religiosos, turistas, funcionarios públicos, turistas. Entre edificios históricos como la iglesia La Compañía de Jesús, obra cumbre del barroco en América, con su interior labrado y recubierto en láminas de oro.

Cerca de la catedral y el Palacio de Carondelet -sede de la Presidencia-, la Iglesia de la Compañía es el mayor exponente del barroco en Quito y uno de los templos más visitados por su espectacularidad, gracias al pan de oro que recubre su interior.

A pocos pasos, la Iglesia y el convento de San Francisco se levantan como uno de los complejos religiosos más grandes de América. En él, se conjugaron diferentes estilos arquitectónicos a lo largo de los 150 años que tomó su construcción.

Si lo que se busca es una vista panorámica de la ciudad, hay que subir a la loma “El Panecillo” que corta la ciudad en dos, dividiéndola en Norte y Sur. Desde allí se ven los barrios típicos y el centro histórico.

Quito está custodiada por el complejo montañoso del Pichincha, al que se puede acceder gracias a un teleférico que, desde casi 4.000 metros de altura, ofrece una espectacular vista de las zonas moderna y colonial, además de los parques que tiene la ciudad.

A pocos kilómetros de su núcleo urbano pasa la línea ecuatorial, donde se levanta un monumento de 30 metros de altura que rinde honor a la simbólica de la división de los hemisferios norte y sur.

En la Mitad del Mundo, vía a Calacalí, en la entrada al volcán Pululahua, se levanta imponente una edificación de piedra que por sí sola constituye un arte: el museo Templo del Sol, en cuyo interior se albergan piezas precolombinas y cuadros del maestro quiteño Cristóbal Ortega. El artista fue el mentalizador y creador de esa obra, que buscó trasladar al presente las grandes estructuras de los pueblos quitu-cara.

En su parte rural, la Ruta Escondida es un camino ancestral que atraviesa paisajes andinos, bosques nublados y zonas agrícolas, donde se experimentan tradiciones vivas, gastronomía local y hospitalidad comunitaria. (DIB)

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