Convocados por los profesores y alumnos de sexto año de la Escuela Secundaria Nro. 5 tres personas ampliamente relacionadas con la vida artística de nuestra ciudad, brindaron un relato estremecedor de los momentos que tuvieron que pasar en la época más oscura de la historia Argentina.
Los profesores Facundo Messere, Lula Padilla y Diego Albamonte, acompañados por el cuerpo directivo de la Escuela Secundaria Nro. 5, encabezado por la directora Jorgelina Giacone nos cursaron la invitación para realizar la cobertura de lo que no fue simplemente una charla acerca de las actividades que los alumnos de 6to. año vienen realizando para participar del Proyecto Jóvenes y Memoria.
Lo que nos tocó presenciar en la biblioteca de la escuela se trató de algo mucho más relevante, porque al frente del grupo de estudiantes estuvieron nada menos que Alfredo Charol Araldi, Marta Seta y Claudia Labrada, quienes contaron con lujo de detalles los episodios vividos por los actores y actrices del Teatro TAFS durante el período dictatorial.
Momentos de mucha tristeza, de emoción, testimonios crudos y reales, fueron los que dejaron el martes a la mañana tres de los más conocidos
representantes de la cultura rojense, que vivieron una etapa que jamás podrán borrar de su memoria, épocas donde el miedo era una constante, donde, tal como lo reflejan, no sabían si al salir a la calle para ir al teatro, iban a volver a sus casas, si es que en algún ensayo alguien podría entrar y hacerlos desaparecer en un instante.
Las lágrimas estuvieron presentes en varias partes del relato, lo mismo que la mirada incrédula de los y las jóvenes escuchando cada testimonio,
como el que expresó Claudia, hija de uno de los fundadores del TAFS, que a los 14 años vio como se llevaban a su padre con los ojos vendados, y al mismo tiempo también a una directora y a una docente, y así una larga lista de rojenses, algunos afortunados de volver, otros sin saberse aún que sucedió con ellos.
Marta Seta fue la primera en hablar ante los estudiantes, contando que «en aquel tiempo nos consideraban a quienes íbamos al teatro como que éramos subversivos, éramos lo peor que podía haber en el país, que era un miedo que en algunos casos lo habían provocado los docentes, que nos conocían y sabían que no éramos ningunos subversivos, ni andábamos en cosas raras, solamente hacíamos teatro porque necesitábamos, sin tener ninguna ideología partidaria».
Charol Araldi, a quien le emoción lo embargó durante su relato, contó: «Dentro de la disciplina artística elegimos el teatro, que es una herramienta que no solo sirve para cultivar físicamente el cuerpo del actor, sino también intelectualmente. Es lamentablemente una de las disciplinas más perseguidas por los regímenes dictatoriales, que son regímenes en los cuales quieren imponer lo que tienes que hacer y te impiden poder expresarte libremente».
«La democracia no quiere decir que nosotros podemos hacer lo que se nos antoje, sino que dentro de la democracia tenemos nuestras obligaciones y nuestros derechos, derechos que tenemos que defender, porque no sería para nada bueno que a ustedes como jóvenes les toque vivir lo que vivimos nosotros, que fue con mucha angustia y mucho miedo», expresó uno de los miembros fundadores del TAFS.
El reconocido actor manifestó que «fuimos perseguidos, recibíamos mensajes anónimos, solamente por el hecho de querer expresar nuestras ideas y nuestro amor a una disciplina, para que en Rojas hubiese algo interesante en el plano de cultivar las actividades artísticas culturales. Fue algo que nos costó mucho, no solo a nosotros, sino también a nuestros familiares, que vivían angustiados porque salíamos de nuestras casas, pero ellos no sabían si íbamos a volver, salíamos del teatro y no sabíamos si llegábamos a casa».
«De noche, cuando terminaba los ensayos y volvía a mi casa y de lejos veía los faroles de un camión tenía miedo de que me vinieran a buscar, recuerdo que vivía en la calle Hilario Lagos, así que antes de ir casa llegaba hasta la Escuela Técnica y miraba si el camión paraba en mi casa o no, fueron tiempos de mucha angustia», sostuvo.
Araldi declaró ante los estudiantes que «el teatro fue y es perseguido muchas veces porque ayuda a abrir la mente y ayuda a pensar al espectador, por eso siempre aconsejo a los jóvenes que vayan a la biblioteca, que lean, porque la lectura nos ayuda a formarnos intelectualmente, y sobre todo lean la historia Argentina, porque ahí se van a encontrar con lo que pasó en ese tiempo de dictadura y porque nosotros no queremos que vuelvan más».
«Nosotros hemos vivido una etapa muy dolorosa, en la cual compañeros nuestros desaparecieron, compañeros nuestros fueron encarcelados, compañeros nuestros tuvieron que irse del país, a nosotros nos queda el dolor y se podría decir la fortuna de estar acá para contar la experiencia desastrosa de no respetar la opinión del otro, de no valorar el derecho que tiene el otro de expresarse», apuntó.
Marta Seta volvió a tomar la posta para contar como surgió la obra «Juan Palmieri»: «Lo que más nos impactó de la obra fue la problemática de la madre, de como defendía a su hijo sin tener en cuenta lo que podía estar haciendo y la ideología que lo llevaba a defender en ese momento, la madre siempre va a defender a su hijo, y eso nos impulsó a hacer la obra, más allá de que nos llamaban amigos desde Buenos Aires y nos decían que estábamos locos, pero nosotros no pensábamos en una cuestión política partidaria, pensábamos en la cuestión humana, que es generalmente por lo cual nos inclinamos por algún texto».
«Fue una hermosa obra que se trataba de la carta que el hijo le había mandado a la madre, donde me pasaba en lo personal que en las escenas me temblaba todo, era un relato muy movilizante, donde un reflector enfocaba a quien decía el relato, lo que le daba un tenor más angustioso aún», sostuvo.
«En el momento del estreno por supuesto que estaba el miedo de que vinieran a buscarnos, porque siempre nos decían que en algún momento iban a venir, por eso siempre se quedaba alguno abajo vigilando, digamos, aunque en realidad no se sabía lo que podía pasar, porque no era nada programado y por suerte nunca pasó nada en las funciones. Igualmente creo que había que tener un nivel de interpretación muy elevado para saber de que hablaba precisamente la obra, era difícil saber que cosas estaban interpelando en el texto», puntualizó.
La destacada actriz y directora contó que «en Rojas había gente con miedo, como pasaría en todos lados, y creo que se tomó más dimensión cuando se llevaron a Delia, que era la directora del colegio nacional, no era cualquier persona, y allí empezó a pasar que muchas personas no iban al teatro a ver las obras por miedo, y mucho de eso se generaba en las escuelas por los mensajes de varios de los docentes, que recomendaba no ir al teatro».
«Directamente no hubo amenazas ni nadie vino a interpelarnos, pero si estaba eso de los amigos que nos decían que en algún momento venían a buscarnos, por eso temblábamos cuando veíamos algún auto raro o un camión a la noche», relató.
Charol Araldi sostuvo en este marco que «la única acción que sufrimos fue la prohibición para actuar en Junín, el jefe de inteligencia del gobierno de la provincia de Buenos Aires dio una orden telefónica al intendente de Junín que no permitiera actuar al Teatro TAFS porque era un grupo de anarquistas, comunistas, trotskistas, revolucionarios».
El actor recordó: «Cuando los militares se fueron también fueron rompiendo todas las pruebas que había y no sé por qué en una oficina de la municipalidad de Junín quedó la orden esa que dio por teléfono, que después la mandaron en una circular, que luego la pude recibir al tiempo, fue en el tiempo en que estaban haciendo la obra Caras y Caretas, en la cual yo no actuaba, y parece que a ellos les molestaba que en algunas partes se hablaba de la democracia».
«Creo que lo más terrible que pasaba es que uno por ahí estaba charlando con alguien y ese alguien era el te denunciaba, es cierto que hubo un grupo de gente de Rojas, todos conocidos, que nos denunciaban como terroristas, como revolucionarios, como guerrilleros. Ellos sabían quienes éramos, pero se dedicaban a trabajar para los militares con informes falsos», expresó.
Señaló además que «es cierto también que hay grupos que han manifestado su ideología política a través del teatro, que han utilizado el teatro políticamente, pero nosotros no teníamos nada que ver con eso, nosotros poníamos una obra por el valor que tenía la obra, por lo que decía la obra, como «El soldado de chocolate», «Juan Palmieri», obras que iban contando pasa en la sociedad en eso momento. Eso nos ha llevado a nosotros a vivir una zozobra que no se las recomiendo a nadie».
«En mi caso me pasó que me llegó a mi casa una foto de un ensayo en el cual estoy en la sala, sentada en una butaca mirando para el escenario, o sea que la persona que sacó la foto estaba arriba del escenario, fueron episodios que eran comunes, como papeles que nos dejaban en la boletería, y como el teatro estaba siempre abierto no podíamos saber si los dejaban personas de afuera o algunos que estaban con nosotros adentro», precisó Marta, mientras que Charol apuntó: «Nosotros sabíamos quienes eran algunos de los que nos denunciaban, se reunían en una quinta que había en la ruta 188, pero nunca les dijimos nada, los dejamos que hicieran lo que les pareciera, pasa que nosotros temíamos por nuestros familiares».
«Claudita tuvo la desgracia de que el papá también fue detenido, aunque pudo recobrar la libertad, pero hubo otros compañeros tuvieron que irse de la ciudad y hubo otros que directamente desparecieron, que no se sabe donde los mataron ni donde los tiraron», expresó Araldi, finalizando con su impactante relato y dando pie a la historia vivida por la tercera invitada a la charla.
Claudia Labrada, hija de Lito, otro de los miembros fundadores del TAFS, expuso el angustiante momento que le tocó pasar cuando era una adolescente: «Tenía 14 años, iba en la Escuela Nacional y todo empieza el 17 de marzo cuando hacen una primera visita que hizo un capitán que era el que estaba a cargo de la operación, porque el militar de carrera tenía esas características, en tanto había otros, que se los conocía como los para-policías, que eran los que hacían el trabajo sucio, que vendría a ser una especia de Gestapo de a Alemania Nazi»
«Para ese momento ya habían secuestrado a la directora de la Escuela Nacional, algo que lo hacían a plena luz del día, después al mes la sueltan sin saber donde había estado, mientras que cerca del 24 de marzo vino un operativo a todo Rojas y fue deteniendo a personas puntuales, esos si eran militares, que entraban a las patadas», relató.
Claudia Labrada, por supuesto ampliamente relacionada al mundo del teatro, recordó que «a mi papá se lo llevan a la comisaría caminando, descalzo, con un pijama y con los ojos vendados, y con él también llega Delia con los ojos vendados, y estaba embarazada.
«Gracias al Dr. Pérez y a Cornelio Olivencia que se la jugaron y fueron atrás del carro pudimos saber que lo llevaron a la cárcel de San Nicolás y ellos estaban a disposición de un poder ejecutivo», comentó.
«Como familias vivimos tiempos muy angustioso, porque no sabíamos que podía pasar con él, porque después de San Nicolás lo trasladaron a Olavarría, donde íbamos con los hijos de un compañero que también estaba el mismo lugar, así que una vez fui yo, otra mi hermana, mientras que mi mamá iba a menudo, era la que hacía las peticiones junto a otros familiares en Junín. Fueron momentos muy duros, teníamos un miedo que nos paralizaba, que no dejaba pensar, por eso es que llegó un momento en que ni pensábamos en movernos de casa, algo que recién se terminó con la llegada de la democracia. Por eso sostengo y lo reitero en cada ocasión, que a la democracia hay que cuidarla», completó ante la atenta mirada de los estudiantes, que con mucho respeto escucharon cada uno de los durísimos testimonios.