Una de las causas que explican el flagelo del narcotráfico en Rosario es la privatización y la falta de controles de su puerto. Firmas concesionarias como Vicentin y Renova han quedado pegadas en casos de contrabando. “Le entregamos las llaves del país a los piratas”, le dijo a Diagonales el investigador Luciano Orellano, autor de un libro reciente que expone la problemática.
Periodista. Twitter: @FerrariMatiasM
“El problema del narco y de la soberanía del Paraná están íntimamente ligados”
En agosto pasado, un operativo de la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal detectó un cargamento de 1400 kilos de cocaína en el puerto de Rosario. Los containers tenían a Europa como destino y estaban pronto a ser embarcados en Terminal Puerto Rosario, cuya concesión está en manos de la agroexportadora Vicentin. La investigación expuso el método utilizado para el contrabando: el contenedor fue manipulado dos veces y escondido deliberadamente, e incluso hubo un sospechoso apagón de cuatro minutos de las cámaras de seguridad. “Este tipo de cosas pasan todo el tiempo, porque el Estado no tiene el control sobre los puertos, y explican en buena medida la situación dramática que vive Rosario”, explicó a Diagonales el investigador Luciano Orellano, referente del Foro para la Recuperación del Paraná.
En su último libro, “Argentina sangra por las barrancas del Río Paraná”, Orellano describe cómo los 1400Km del río más importante para el comercio de América Latina se transformó en un colador por donde decenas de empresas extranjeras contrabandean toneladas de granos sin declarar, además de la droga y otras mercancías. El Estado no tiene ningún tipo de control, dice el autor, porque hace varias décadas renunció a su soberanía. Prueba de eso es la propiedad de los puertos de la ruta fluvial: Cargill, Bunge, Adecoagro, ADM son “los verdaderos dueños del patrimonio de todos, los piratas del saqueo”, dice.
Mientras el Gobierno y la oposición se pelean por el rol que deben tener las fuerzas de Seguridad y el servicio penitenciario para combatir un flagelo que se cobró más de 300 vidas en los últimos 14 meses, Orellano ofrece otra arista del problema. Es una de las pocas voces que advierten sobre el contrabando: el Paraná y particularmente el Puerto de Rosario son, dice, “una ruta y un puerto narco”, la principal vía de tránsito y comercialización de los productores de droga.
“El problema del narco y de la soberanía del Paraná están íntimamente ligados”, señala. “Estamos frente a una situación dramática, de mucho dolor, de mucha tristeza. Los sicarios están ametrallando a nuestros pibes, acá en la Ciudad cuesta abrir la puerta de tu casa cuando te tocan el timbre. Es una situación casi de guerra la que vivimos”, describe, pero “la esquina más insegura es la Bolsa de Comercio de Rosario, donde hay más delincuentes por metro cuadrado de toda la Ciudad, ahí están los que la convirtieron en un centro de lavado y contrabando”, ironiza.
El escritor remarca otro caso, de mayo de 2022: el cuerpo sin vida de un buzo fue hallado en las costas de Australia, cerca de un cargamento de unos 50 kilos de cocaína. Los paquetes pertenecían a un buque que había salido un mes antes del puerto de San Lorenzo, una de cuyas concesiones pertenece a Renova Timbúes SA, socio histórico de Vicentín.
¿Quién y cómo se realizan los controles? “Los controles de carga son realizados por la Aduana. La Prefectura vigila cada barco. También hay un sistema, el DRAFT, que verifica las cargas de los barcos por su punto de flotación. Son medidas aparentemente seguras, pero es difícil controlar lo que no administras”, enumera. Otros de los problemas son la falta de personal y los sobornos empresarios, ninguna novedad en el mundo portuario. “Que los puertos estén privatizados en manos extranjeras es como haber entregado las llaves del país”, concluye.
La lista de causas que habilitan el contrabando es larga y también incluye que el país prácticamente no cuente con una flota propia. “Eso dificulta el control de policía una vez en la ruta”, agrega el especialista. “Para darse una idea, entre abril y mayo circulan cada año 300 barcazas que bajan del río Paraguay, lo cual es peligroso si uno lo vincula con que la región en sí es una de las principales productores de coca y de marihuana”. “Y el control de la hidrovía está en manos de la DEA”, sentencia.
Otro de los problemas serios es el lavado, relacionado con la composición accionaria de las firmas y sus sedes bancarias. Una de las empresas portuarias, Adecoagro, posee entre sus accionistas a EMS Capital, una firma financiera acusada de lavar fondos provenientes del narco. Como casi todas las demás, tiene sede en Luxemburgo, un paraíso fiscal. Adecoagro tiene terminales en socios del sojero George Soros, el empresario de la construcción y la energía Marcelo Mindlin y el magnate inglés Joe Lewis, entre otros.
Pero eso no es todo. Como se comprobó en el caso Vicentín, explica Orellano, el método más común de las empresas para magnificar sus ganancias implican “desde falsificar los balances para pagar menos impuestos y utilizar precios de transferencia a subsidiarias en otros países” hasta “declarar menos cargamento del que verdaderamente exportan”. En ese último ítem, dice, cada empresa hace una auto-declaración privada, sin mayores controles.
Por todo eso, Orellano desprecia los actos de campaña alrededor del problema narco en Rosario, como el que protagonizó el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quien viajó la semana pasada para fotografiarse junto al intendente local, Pablo Javkin. “Están todos implicados, no pueden ni siquiera esconder su complicidad como lo hicieron en el caso Vicentín”. “Ahora se acordaron de hacer campaña, con el único objetivo de ganar las elecciones”.
El Foro para la Recuperación del Paraná viene de protagonizar una movilización este fin de semana para recuperar la soberanía argentina en la ruta, con actos en Chaco, Formosa, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Rosario, Zárate, Buenos Aires, Quequén y Punta Indio. “Dejamos claro que este pueblo va a defender sus recursos de la voracidad de los de afuera y la complicidad de los de adentro”, concluye Orellano.