Un hallazgo inesperado reabre interrogantes sobre la masacre de La Payanca, ocurrida hace 33 años en el partido bonaerense de General Villegas. El 16 de julio pasado, un vecino de 28 años, autorizado a recolectar leña en la estancia, encontró un arma larga enterrada bajo restos de una caja de madera en un galpón del casco rural.
Según relató, el joven intentaba capturar pichones de búhos cuando, al remover materiales del piso, se topó con una estructura derruida. Dentro, halló el arma, que luego entregó a las autoridades policiales. “Siempre me interesó lo que pasó en La Payanca, como a tantos otros”, declaró al portal Noticias en el Face, aunque prefirió mantener su identidad en reserva “hasta ver cómo se desarrolla la situación”.
Durante las décadas transcurridas desde el crimen, la Justicia no había encontrado armas en el lugar. La investigación por el asesinato de seis personas –entre ellas, la propietaria de la estancia, su hijo y varios trabajadores rurales– no logró identificar ni a los autores materiales ni a los intelectuales.
El 1° de mayo de 1992, un vecino del paraje, ubicado a 30 kilómetros de la ciudad de Villegas, se acercó a la comisaría para advertir que algo extraño ocurría en La Payanca. No era habitual que se escaparan animales, ni tampoco que un tractor quedara abandonado. A pesar del aviso, la policía llegó recién una semana después. El escenario era dantesco: seis cuerpos con signos de violencia, producto de golpes y heridas de arma de fuego.
Las víctimas fueron María Esther “Chila” Acheriteguy (46), propietaria de la estancia; su hijo José Luis “Cascote” Gianolio (22); el tractorista Eduardo Javier Gallo; el albañil Hugo Omar Reid (22); el changarín Francisco Luna, cuyo cuerpo fue hallado en un galpón; y Alfredo Raúl Forte, encontrado a más de un kilómetro del casco. En la escena también aparecieron dos gatos muertos con las colas cruzadas.
El hallazgo del arma despertó expectativas sobre un posible avance en el esclarecimiento del caso. Sin embargo, un funcionario judicial vinculado a la investigación original informó que “los calibres y armas utilizadas no coinciden con la encontrada días atrás”.
Durante años, familiares de las víctimas organizaron Marchas del Silencio en reclamo de justicia. El caso, conocido como La masacre de La Payanca, adquirió notoriedad nacional por su brutalidad y por el enigma que dejó tras de sí. Hoy, mientras se analiza el estado del arma entregada y su eventual valor pericial, el recuerdo de aquella tragedia vuelve a instalarse en la memoria colectiva de Villegas.
Una fuente del medio local también mencionó que se estaría escribiendo un libro sobre el crimen. En paralelo, se informó que el propio vecino que halló el arma habría agregado círculos de alambre para unir la madera de la culata al resto del arma antes de entregarla.
La investigación formal sigue sin ofrecer respuestas concluyentes. Pero el hallazgo añade un nuevo capítulo a una historia que sigue marcada por el silencio, la impunidad y la espera.