Con la llegada de Lula Da Silva, el Gobierno argentino no ve apenas una oportunidad diplomática sino la ocasión de un verdadero relanzamiento político: aspira a que la presencia del mandatario brasileño le sirva para cambiar el eje del debate e instalar una antinomia entre fuerzas democráticas y fuerzas simpatizantes de métodos autoritarios.
IPROFESIONAL Por Fernando Gutiérrez
La estrategia, que ya se había insinuado durante la campaña electoral brasileña -en la que el Gobierno hizo una fuerte apuesta por la victoria del PT- se terminó de delinear tras la intentona de golpe de Estado del 8 de enero en Brasilia. En aquella ocasión, el Gobierno no se limitó a expresar -como hicieron todos los países de la región- su solidaridad con Lula y su repudio a protestas de cariz golpista, sino que trató de incorporar la crisis brasileña a la agenda de la «grieta» argentina.
Fue así que el canciller Santiago Cafiero estableció una explícita conexión entre el ex presidente Jair Bolsonaro -sospechado de estar detrás de los incidentes de Brasilia-, el ex mandatario estadounidense Donald Trump y Mauricio Macri.
Claro que la oposición no está dispuesta a facilitarle el plan al Frente de Todos, y por eso se enfocó en criticar la presencia del venezolano Nicolás Maduro en la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que se realiza este martes en Buenos Aires.
En otras palabras, la oposición pugna por instalar la imagen de que Alberto Fernández y Cristina Kirchner no como anfitriones de Lula, que hoy concita la simpatía mundial, sino de Maduro, acusado de graves violaciones a los derechos humanos.
Eso explica por qué en las últimas horas se produjo un intercambio de acusaciones y chicanas políticas en torno a si la reunión de la Celac es, en realidad, una excusa diplomática para la validación de regímenes cuestionados, como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Esa ofensiva opositora incluyó la publicación de un comunicado de repudio a la presencia de Maduro y hasta la insinuación, por parte de Patricia Bullrich, de que el presidente venezolano debería ser detenido al llegar al país.
Tras la intentona golpista del 8 de enero, cambió la expectativa política sobre la cumbre de la Celac
Tras la intentona golpista del 8 de enero en Brasilia, cambió la expectativa política sobre la cumbre de la Celac
La respuesta del Gobierno fue poner de relieve que la Celac es un espacio regional plural que incluye a 33 países de ideologías y sistemas políticos diversos y que el hecho a destacar es el regreso de Brasil, tras el alejamiento decidido por Bolsonaro, incómodo con la línea ideológica del foro.
Es por eso que nadie está más interesado que el Gobierno argentino en darle el protagonismo del evento a Lula: su desafío es que la reunión de Celac sea visto como el realineamiento de Brasil con el «progresismo» regional y, sobre todo, que la reunión quede asociada a la defensa de las instituciones democráticas que están bajo ataque en Brasil.
En definitiva, la apuesta por Lula es mucho más que una decisión diplomática: supone una revitalización del «relato» oficialista y una inyección anímica para la militancia peronista.
Guiños por el «lawfare»
La pulseada en el terreno de la comunicación política fue quedando clara en las últimas horas: unos pugnarán por asociar la Celac con Lula mientras que los otros resaltarán la figura de Maduro. Y ambos plantearán que la discusión política que se saldará con las elecciones de octubre es la de si Argentina se alineará con la democracia o con el autoritarismo.
Vista desde el punto de vista del Gobierno argentino, será la oportunidad de revitalizar el discurso de la resistencia de las fuerzas progresistas ante los «discursos del odio» y de un movimiento neo golpista que se vale del «lawfare». Es decir, en cada gesto hacia Lula y en cada palabra de repudio a la protesta violenta en Brasil, habrá una alusión tácita a situaciones que se viven en Argentina, como el conflicto con el Poder Judicial y la situación procesal de Cristina Kirchner.
En esa batalla por ganar la opinión pública, Alberto Fernández cuenta con una ventaja: Lula será el primero de todos los presidentes en llegar al país, dado que antes de la cumbre de la Celac tendrá este lunes una jornada de encuentro bilateral. Eso le permitirá al presidente argentino poner en un segundo plano la incómoda presencia de Maduro y dejar establecido el tono de la reunión regional como un escenario en el cual Lula reciba el apoyo en un momento hipersensible de la democracia brasileña.
Lula, tras la ofrenda floral ante el monumento a San Martín, visitará al Presidente en la Casa Rosada para tratar la agenda bilateral. Y, de acuerdo a lo que se ha dejado trascender, es probable también que mantenga una reunión con Cristina Kirchner.
Para Cristina Kirchner, la visita de Lula es la oportunidad de reinstalar en la agenda nacional el apoyo de líderes regionales en su cruzada contra el
Para Cristina Kirchner, la visita de Lula es la oportunidad de reinstalar en la agenda nacional el apoyo de líderes regionales en su cruzada contra el «lawfare»
Lejos de tratarse de una encuentro formal, para el kirchnerismo se trata de un evento de importancia política fundamental: simbolizaría el respaldo explícito de Lula tras la condena judicial de Cristina.
Ya en aquella ocasión el brasileño había declarado públicamente su solidaridad con la ex mandataria argentina y su repudio a la práctica del «lawfare». Pero la aspiración de Cristina, que era la escenificación de un apoyo regional a través de una reunión especial del grupo de Puebla debió ser suspendida dos veces. El «timing» elegido no había sido el adecuado, justo en plena euforia mundialista, y Cristina se quedó sin la manifestación masiva que estaba esperando.
Ahora, entonces, con Lula como protagonista y la cumbre de Celac como fondo, la vicepresidenta espera tener su revancha para dar una demostración de apoyo regional en su conflicto con el poder judicial.
¿Brasil puede ayudar con dólares?
Pero si algo ha dejado en claro el Gobierno es que su expectativa respecto de la visita de Lula no se agota en los recíprocos gestos de simpatía y solidaridad: hay además una ambición de avanzar en temas sensibles de la agenda económica argentina. La agenda oficial prevé una serie de anuncios de acuerdos en áreas diversas, entre las que destacan la energética y la financiera.
Por lo pronto, Argentina aprovechará la ocasión para recordar la persistencia de un fuerte déficit comercial en la balanza bilateral, que en 2022 cerró en u$s3.365 millones. El embajador en Brasilia, Daniel Scioli, destacó que, en el período 2020-2022, el intercambio con Brasil alcanzó el récord de una década, con un volumen de u$s28.500 millones, «a pesar de las diferencias políticas e ideológicas».
Scioli dio a entender que si con Bolsonaro se lograron esos números, ahora con Lula en el poder el potencial es mayor. «Lula tiene un fuerte compromiso con el Mercosur, y relación privilegiada con Argentina, e instruyó a sus ministros para facilitar todo esto», afirmo el embajador, quien destacó la celeridad con la que fue recibido por el nuevo canciller, Mauro Vieira, y por el ministro de economía, Fernando Haddad.
Un incremento de las exportaciones a Brasil ayudaría a compensar el recorte que se espera en las ventas agrícola -un monto que oficialmente se proyecta en u$s3.000 millones, pero que instituciones ligadas al campo prevén en cuatro veces esa cifra-.
En definitiva, lo que el Gobierno espera de Lula para el corto plazo es que lo ayude a percibir dólares en un año complicado tanto en el plano comercial como en el político.
Y Brasil no sólo puede aportar esas divisas por el canal comercial. También hay una apuesta a que lo haga mediante inversiones, algo a lo que el propio Lula ya aludió al anunciar en su discurso de asunción que le dará un impulso al Banco Nacional de Desenvolvimento (BNDES). El Gobierno espera que se avance, a través de ese organismo, en la financiación de un tramo del gasoducto Kirchner.
Los avances en esa negociación ya tienen una cifra: Brasil estaría dispuesto a un aporte de u$s700 millones para financiar la obra de infraestructura a la cual el Gobierno argentino asigna una importancia estratégica fundamental, dado que le permitiría pasar de ser importador a ser exportador de gas.
Esperando el debut de la moneda «Sur»
Y, la gran apuesta del ministro de Economía, Sergio Massa, la otra aspiración es la de la puesta en práctica de la moneda común. La idea del ministro es que se pueda concretar una ambición largamente acariciada: sostener un intenso intercambio bilateral sin necesidad de usar dólares.
La moneda común permitiría aplicar el sistema de compensaciones entre los bancos centrales de ambos países, de manera de que el comercio binacional pueda hacerse con las monedas locales. Massa no terminó de explicar cómo se determinaría el tipo de cambio al que se convertiría el peso argentino con la moneda «Sur». Es decir, si Brasil aceptaría la cotización oficial del BCRA o si se regirá por la paridad del mercado paralelo.
En cualquier caso, para Massa ya significaría un alivio importante que una parte de las importaciones que se hacen desde Brasil pudieran prescindir de las divisas: con u$s16.030 millones, el país vecino fue el segundo en el ranking -detrás de China- entre los países de origen de las importaciones.
Massa, en una reciente entrevista, mencionó a Brasil como factor estratégico de crecimiento de la economía local. Y mencionó su aspiración sobre una intensificación de la inversión brasileña en Argentina: «Después del famoso Lava Jato, se dio todo un proceso en el cual las empresas brasileñas dejaron de expandirse», dijo Massa, que cree que se puede recuperar la caída de 40% que tuvo el intercambio entre los dos países.