En el principio están las reservas del BCRA. Desde enero, la entidad que conduce Pesce se ha visto obligada a desprenderse de buena cantidad de dólares. Se calcula, más de u$s 1.600 millones desde comienzos del 2023. Las razones se saben: la liquidación temprana del dólar soja dejó poco remanente y una caída en las ventas del trigo producto de la sequía hicieron lo suyo. Estos elementos restrictivos que aquí mencionamos profundizaron una creencia propia del equipo económico: que hay que respetar el acuerdo con el FMI a rajatabla. Por lo menos, hacer el mejor esfuerzo.
Por Julián Guarino
La modificación de la meta de reservas por parte del organismo fue un alivio para el ministro Massa. Con los meses, el tigrense confía cada vez más en la ruta que le marca Georgieva porque allí encuentra algo que no abunda en el escenario financiero doméstico: certidumbre. Si cumple, los dólares llegan. Pero, además, la porfía no ahorra una paradoja elemental: todas las recomendaciones del FMI resultan, en el margen, inflacionarias. La mayor inflación empuja al Gobierno a cumplirle al FMI, y cumplirle al FMI genera, adicionalmente, más inflación. Menos subsidios, suba de tarifas, tipo de cambio sin intervención y tasas de interés positivas en términos reales son parte de un herramental exigido por el FMI que hace subir los precios domésticos en pesos. Es decir que a medida que el FMI vaya aprobando las revisiones trimestrales, es probable que la inflación vaya lentamente consolidando sus pisos.
La tarea del equipo económico no es sencilla. Son muchas las variables que deben monitorearse, tantas, que finalmente se recurre al plan preestablecido: bajar el déficit fiscal, emitir menos pesos en la asistencia del BCRA al Tesoro, administrar los dólares y controlar la cantidad de pesos que circula por el sistema, incluso aquello que es producto de la deuda del Tesoro y del BCRA. Cuestión de despejar, por lo menos en parte, el factor monetario de la compleja estructura de variables multicausales que empuja la inflación.
Si de divisas hablamos, alivian los desembolsos del FMI. Son dólares que llegan y se van producto del repago del préstamo. Si se lo piensa, es la sequía -y no la crisis bancaria de EE.UU- el cisne negro que todos temían. Tan inédito y singular es lo que viene, tan feroz los recortes de las estimaciones del agro, que las discusiones probablemente regresen a Washington, a la mesa del FMI. El ejercicio que debe meditarse es éste: si bien la meta de reservas se modificó, la pregunta es, ¿cómo hará el ministro para cumplir con la meta del déficit? Y esto es así porque la sequía también impactará en la recaudación, en la actividad económica, en la cifra del consumo. Otro tanto, en las cifras de exportación, la brecha cambiaria y, de nuevo, en la inflación.
Por esa razón el equipo de Economía trabaja en algunas medidas. Buscan mitigar el impacto, adelantarse a las variables más sensibles, que ya se sabe cuáles son. Por ejemplo, si hablamos del dólar, lo más probable es que el Gobierno se preserve de hacer grandes cambios en la cotización del tipo de cambio mayorista oficial. Eso significa que no ajustará por precio, por ende, la maniobra será por cantidad. La administración de los dólares se volverá aún más celosa. Es probable que las importaciones se recorten aún más. Esto tendrá seguramente impacto adicional en la actividad económica, reforzando una caída en la recaudación. Con menos recursos y menos dólares en las reservas, las presiones en el sistema de precios domésticos se intensifican. Las proyecciones se rehacen. Y es ahí donde el Gobierno debe anticiparse.
Un primer paso en este sentido lo tuvimos ayer. Después de seis meses sin tocar las tasas de interés, el BCRA decidió aplicar un nuevo ajuste. Debe analizarse en espejo con los datos de inflación del INDEC. Con una inflación núcleo que tocó 7,7% en febrero, Miguel Pesce sabe que necesita una tasa efectiva que salga al cruce, algo que aún no ocurrió.
El otro dato es el que muestra que, quizás por indicación del FMI, el Gobierno decidió suavizar sus intervenciones de recompra de bonos en el mercado bursátil. La consecuencia es f;acil de observar: en unas jornadas difíciles a nivel global, el contado con liqui (CCL) cerró por primera vez arriba del nivel psicológico de los $400. Así, a medida que las variables se van reacomodando, es probable que el Gobierno se aferre al camino que le marca el FMI, más vinculado al cumplimiento de las metas, que a la apuesta por modalidades ingeniosas para administrar la escasez. En rigor, siempre se trata de lo mismo: dólares. Y el único que parece tenerlos, aquí y ahora, es el FMI.