El reconocido profesional nos cuenta acerca de los principales inconvenientes que surgieron en las relaciones en tiempos de aislamiento, desde separaciones, los miedos, ataques de pánico. Situaciones que aún hoy son motivo de consultas permanentes.
El Psicólogo Javier Lazzati retorna a sus columnas semanales para correr las agujas del reloj, volver el tiempo atrás y trasladarnos hacia aquel mes de marzo del año del 2020, cuando todo el planeta quedaba atónito ante la aparición de un virus completamente desconocido, una enfermedad que puso en peligro a la humanidad y que puso delante de todos quienes habitamos esta tierra la pregunta de que sucedería con nuestra vidas.
El coronavirus puso de rodillas al mundo y las autoridades, con diferentes variantes, se vio obligada a poner en ejecución medidas para proteger la salud, en su mayor medida impidiendo el movimiento en las calles, con la obligación de quedarnos dentro de nuestras casas hasta el momento que la ciencia empezase a jugar su partido.
Javier Lazzati viaja hacia atrás en el tiempo y nos recuerda las problemáticas que empezaron a surgir en las personas a partir del aislamiento total.
“Estaba haciendo un máster en España cuando empezaron a aumentar los casos y de un momento a otro aparece en las noticias que estaban todos los vuelos cancelados, así que quedé totalmente varado en Madrid”, recordó el profesional.
“Estaba trabajando con algunos pacientes, mientras tanto ya venían avisando en el máster que íbamos a tener menos clases, incluso estaba haciendo prácticas en un Hogar de Ancianos, donde justamente había entrado el virus y había causado un desastre, y a los pocos días se canceló todo. Las prácticas las tuve que seguir on line, hasta que no se pudo salir más”, señaló.
Contó que “estaba en esos momentos con pocos pacientes porque lo on line recién arrancaba, no era mucho el movimiento que había, hasta que de la noche a la mañana explotó todo, empezaron a caer muchos pacientes y en cualquier horario, porque eran pacientes de acá y también de allá, además por la cantidad que había y porque muchos no podían hablar delante de la familia, así que tenían que encerrarse en el garaje, el baño u otros lugares de la casa”.
Problemas de pareja
Acerca de las problemáticas que empezaron a surgir por aquel entonces comentó: “La mayoría de los casos eran problemas de pareja, problemas vinculares, ganas de separarse, enojo, discusiones, y lo otro, que todavía están las secuelas hoy en día, eran los trastornos de ansiedad, miedo, miedo a las enfermedades, mucha fobia de contagia, la gente me contaba de la cantidad de veces que se lavaban las manos, le higiene, había tanto pánico que se terminaba transmitiendo a la mente”.
Sostuvo que “había mucho miedo a la muerte, a estar en espacios más cerca del final de la pandemia, o sea, cuando iban a algún lugar empezaba eso de no querer que se acerque gente, de ver a todo el mundo con barbijo, y había mucha somatización, esto de que el cuerpo quizás produce síntomas y los traslada a la cabeza”.
“Empezar a poner una barrera entre los psicológico y lo que realmente era lo físico fue todo un tema, porque muchas veces no era ni siquiera un resfriado, era el propio cuerpo que seguía las ideas de miedo que rondaba la mente, mucha preocupación, generalmente de la muerte, de uno y de los demás”, explicó el psicólogo rojense.
Sigue habiendo ataques de pánico
Lazzati marcó que “eso duró años y ahora que ya pasó bastante tiempo sigo viendo casos de ataques de pánico, agorafobia, que es el miedo a estar con mucha gente, estar encerrados con mucho tumulto, y problemas de miedo a las enfermedades, situaciones que los mismos pacientes me cuentan que quedaron de la pandemia, que antes no tenían nada”.
“Era todo un desafío en lo personal -confiesa-, porque dentro de la situación que uno mismo estaba atravesando, había que llevar tranquilidad a los pacientes, tratar de abordarlo con lógica, regulando la ansiedad, todo eso en medio de las noticias que eran cada vez más duras, y era tanta la información que generaba a la vez una preocupación mayor, y a eso se le llama aprendizaje cognitivo, que es tanto el miedo, que en un momento el cerebro dispara una respuesta de lucha o huida, y este caso era un miedo constante”.
Respecto a su trabajo con los pacientes indicó: “En esos casos teníamos que arrancar por pedir que apaguen la tele o que se mire una vez al día, que buscaran la información, y a la vez otro” tipo de información, cuestiones que no tengan que ver con la pandemia, y a la vez si es que buscaban esa información que sea en un horario puntual, que es una técnica de satisfacción emocional”.
“Esta técnica se basa en agarrar una hora específica del día donde se busque y se chequee todo tipo de información, saciar todas las sensaciones, que sea con todo, pero después, por fuera de esa hora puntual no buscar absolutamente nada, y cuando vengan las ganas proponerse no hacerlo“, explicó.
“Muchas veces la mente es brava en este sentido -expuso-, así que llegaba esa hora puntual, según me lo contaban los pacientes, y se les daba por mirar la pared u hacer otra cosa, es decir que la mente estaba haciendo un efecto contrario, o que iba a generar ese momento de información en otro horario, pero ya el paciente va empezando a controlar ese bagaje emocional y de búsqueda de información o pensamientos que aparece en todo momento, pero se va reduciendo”.
“En el caso de los problemas pasaba muchísimo de aquellas personas que hasta antes de la pandemia se molestaban si no estaban permanentemente en contacto con la otra, y cuando de un día para el otro tuvieron que estar todo el tiempo juntos, que supuestamente era lo que pretendían, empezaban las rispideces, es algo muy común, por la personalidad de cada uno o por aburrimiento, porque llega un momento que no hay nada para hablar y mucho menos se extrañan”, sostuvo.
En este plano agregó: “Cae el deseo, las ganas de verse, todo va cayendo, y cuando más baja, más aumentan las peleas, cuando más aumentan las peleas las personas quieren tomarse un tiempo, pero en este caso pasaba que ese tiempo era dentro de 100 metros cuadrados con suerte, entonces las peleas eran constantes y las separaciones iban en aumento”.
“Pero también pasaba que empezaban ese proceso de separación, que ya no se querían ver más, pero no tenían alternativa de seguir conviviendo, con lo cual mi tarea era ver la manera de que al momento de comenzar ese proceso intentaran que el vínculo fuese lo más satisfactorio posible, por ellos mismos y por supuesto para el resto de quienes convivían, mayormente los hijos, que también estaban sufriendo un montón”, subrayó.
Puntualizó que “en la gran mayoría de los casos ese proceso de separación es algo que ya se estaba transitando y la pandemia es como que rebalsó el vaso, era algo que muchas parejas no querían ver y que ahí lo terminaron viendo si o si, porque las discusiones estaban y ahora no es que discutían y se podían ir a la vuelta de la esquina, ahora tenían que estar en el mismo lugar”.
“En muchos casos los llevó a tomar una decisión que quizás se estaban escapando o querían esconder, mientras que en otros era tanta la rispidez o las peleas de dos personalidades totalmente diferentes, que por ahí el no verse tanto ayudaba a llevarlo, pero acá no les quedó otra que enfrentarlo y separarse”, señaló el psicólogo.
Además expresó que “a otras parejas les vino bien porque eran tantas las rispideces de cosas que ni tenían idea que estaban adentro, que empezaron a salir, lo que nosotros le decimos mucho material de trabajo, y ayudó a que el vínculo fue pueda fortalecer”.
Javier Lazzati consideró que “generalmente los mayores problemas existían por las rutinas, por ejemplo dejaste algo tirado, hacés ruido mientras estoy trabajando, discusiones típicas del día a día, entonces en la terapia de pareja que hacía en ese momento, tratábamos de ver de que manera se podía solucionar, viendo que le afectaba a cada uno, entonces se iba resolviendo a través de la comunicación, de vinculación, de regulación del enojo, de la frustración, del tiempo fuera que es el que tenían que tomarse cuando las cosas estaban tomando temperatura”.
Para cerrar comentó que “también me tocó trabajar con parejas que habían quedado separadas en momentos y en lugares diferentes, por ejemplo uno en Europa y el otro acá, que me decían que no aguantaban más, donde iba apareciendo la ansiedad, el deseo de verse, de la presión de uno por ver al otro, cuestiones en las cuales tenía que estar mediando para tratar de bajar esa intensidad y llevar tranquilidad, cuestiones que no eran fáciles mientras el tiempo iba pasando”.
La pandemia pasó, la ciencia y las vacunas empezaron a ganar el partido, pero es seguro que permanece en la mente de todos, y sobre todo de aquellos que aún sufren las consecuencias.