La reconocida psicóloga, especializada en adicciones y ludopatías, sostiene que “el cuerpo de los pibes nos muestra que algo de lo simbólico y sus topes no está funcionando, al menos no como hace unos años atrás”
Hasta hace algunos años, cuando las guerras no tenían mala prensa, los jóvenes eran la carne de cañón.
Hoy las guerras se evitan, y me pregunto si también se evita mandar a los pibes al frente. ¿Al frente de qué?
Aclarando desde el vamos que cada caso es singular, me interesa compartir algunas reflexiones a partir de lo que nos trae la clínica, y nos lo pone frente a nuestras narices, ¡Y a ver de qué te disfrazás ahora, Licenciada!
Adicciones con sustancias y adicciones sin ellas, drogas y más drogas, considerando que droga es algo que toca y altera el cuerpo, por lo cual cocaína y apuestas online, alcohol y pantallas en exceso, las consecuencias son similares: sujetos narcotizados, exaltados o abatidos, pero narcotizados.
El cuerpo de los pibes nos muestra que algo de lo simbólico y sus topes no está funcionando, al menos no como hace unos años atrás. La ley transmitida por los adultos, esa que regula, que ordena, que calma, que gesta la imaginación y las palabras cargadas de sentido. Esa que también gesta los interrogantes, los desafíos y las rebeldías.
Cuerpos desamarrados, frágiles, a punto de desarmarse. Cuerpos consumidos, fragmentados, dolientes, medicados a lo pavote, silenciados, acallados, ansiosos, panicosos, deprimidos, distorsionados frente el espejo. Cuerpos bidimensionales, chatitos como las pantallas, aterrados frente a lo presencial del cuerpo de los otros. Cuerpos sufrientes que traen diagnósticos rimbombantes que nos convocan a escuchar, a calmar lo que tantas veces los pibes sienten como apocalíptico, y los deja paralizados.
No olvidemos la pandemia y sus efectos, y lo descripto hasta aquí incluye esta cuestión.
Pero estamos a tiempo, siempre estamos a tiempo si decidimos empezar a cambiar algunas cosas.
Los pibes nos necesitan, desde chiquitos nos necesitan mirándolos a los ojos, escuchándolos, sonriendo, dudando un poco, diciéndoles «no sé» cuando efectivamente es así, negándoles lo que consideramos es inconveniente o peligroso para ellos, es decir, nos necesitan como adultos que se la juegan en sus decisiones y consecuencias.
Podemos dialogar, debatir, pero la decisión es del «grande», y esto, aunque despierte quejas, termina siendo un alivio.
Dejemos de evitar que se enojen o se angustien por los «no», cuestión que, en realidad, también resulta en lo inmediato menos trabajoso para los padres. Pero en lo inmediato, sólo en lo inmediato.
No nos confundamos: los pibes tienen mucha información desde chiquitos por ser pichones del mundo digital, pero los saberes, o sea, la articulación de las ideas, la reflexión y las emociones, se las transmitimos los adultos.
«A menudo los hijos se nos parecen, y así nos dan la primera satisfacción… y nada ni nadie puede impedir que sufran… les vamos transmitiendo nuestras frustraciones con la leche templada y en cada canción… Niño, deja ya de joder con la pelota, niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca».
Las apuestas online entre jóvenes
La especialista en ludopatía y adicciones, además, advirtió que a través de las distintas pantallas, cada vez hay más acceso a las apuestas online entre los jóvenes, especialmente, aquellas relacionadas con el deporte. Es una realidad que la virtualidad y el acceso a internet facilitan muchas actividades y situaciones diarias.
“Literal y metafóricamente, todo está más a mano por el celular o la computadora. Si bien la apuesta online fue legalizada en 2020, mucho tiempo antes la gente lo hacía a través de páginas extranjeras, de modo que la ley visibilizó algo que ya existía”, alertó Blanca.
En este contexto, indicó que, a través de la publicidad, se permiten y propician aún más las apuestas: “Si los chicos ven un partido de fútbol en el que se interrumpe el relato para pasar una publicidad que los empuja a apostar, una gran porción de ellos puede pensar que va a ganar dinero de esta manera. Por eso, debemos ser cautelosos y pensar en las responsabilidades que la publicidad conlleva”.
De esta manera, muchos jóvenes comienzan apostando en el ámbito deportivo, pero la adicción puede continuar con temáticas más generales. “Van a llegar a un punto en el que enloquecen: empiezan a perder, tener deudas, pedir plata o, directamente, le sacan la tarjeta de crédito a sus padres. También hay que destacar que hay un terreno resbaladizo previo, donde lo digital es tan natural para los chicos que a sus familias les cuesta mucho detectar la situación, porque pueden estar apostando con su celular desde cualquier lado”, planteó.