En una ceremonia de la que participó el intendente municipal, Román Bouvier, el párroco Gustavo Albrecht, toda la comunidad de la institución y familiares y amigos del homenajeado, fue descubierta una placa recordatoria de su paso por el Taller – En conmovedor mensaje, Miguel aseguró que “el Taller me dio más a mí de lo que yo le dí”
En el marco de una emotiva y cálida ceremonia realizada ayer por la mañana en la sede de la institución, la comunidad toda del Taller Protegido de la asociación civil Grupo Esperanza se congregó, con la compañía del intendente municipal, Román Bouvier, el párroco local, Gustavo Albrecht, y familiares y amigos del homenajeado, para despedir por la puerta grande a don Miguel Karamán, el histórico quintero del Taller.
Karamán, que se retira de la actividad, fue quintero del Taller Protegido desde los mismos inicios de la institución, y recordó, en conmovedor mensaje, luego del descubrimiento y bendición de una placa recordatoria de su paso por el Taller, que se vinculó como quintero “cuando esto era sólo tierra”, ya que se sumó al proyecto desde los tiempos de su iniciador original, Daniel Delbaldo.
Karamán manifestó su enorme aprecio por las sucesivas comisiones con las que colaboró, resaltando que en todas ellas encontró respaldo y confianza absolutos hacia su tarea, como así también en el equipo de profesionales que allí se desempeña. En esa línea admitió, emocionado, que “el Taller me dio más a mí de lo que yo le dí”.
Cabe manifestar que, ya superado el cierre de la presente edición, se esperaba la realización de una cena de camaradería, para cerrar las actividades por la despedida de Karamán.
Respecto del Taller Protegido, cabe recordar que Norma Piedecasas es la presidenta de la comisión directiva de la asociación civil Grupo Esperanza. Piedecasas es acompañada por un grupo de dirigentes que se incorporaron a la institución en la asamblea del año pasado, como también otros que permanecen de la directiva anterior:
-Presidenta: Norma Piedecasas.
-Vicepresidente: Guillermo Berruti.
-Tesorero: Fabio Ángel Ravagnan.
-Protesorero: Martín Berardo.
-Secretario: Juan Paulo Górriz.
-Prosecretario: Salvador Berruti.
-Vocales titulares: Sara Pajón y Yesica Palazzesi. Suplentes: Marisa Rivas y Claudia Bonjour.
-Revisores de cuentas titulares: Marcela Honold, Juan Ángel Luciani y Jorge Machado. Suplentes: Emilio Vega y Graciela Villada.
LOS TALLERES PROTEGIDOS
Tal como establece la Ley 24.147 de Talleres Protegidos de Producción, según el artículo 1º “Los Talleres Protegidos de Producción deberán participar regularmente en las operaciones de mercado y tener la finalidad de asegurar un empleo remunerado y la prestación de servicios de adaptación laboral y social que requieran sus trabajadores (…)”.
En ese sentido, cabe mencionar que está pendiente una reivindicación de larga data, que afecta a todos los talleres protegidos del país y, por supuesto, a todos sus operarios y operarias, y es la cuestión salarial. Es que, dicho en el marco de los fríos números, parece casi una burla, considerando el costo de la vida en la actualidad: los operarios reciben un peculio de mil pesos por su trabajo. Esto es inaceptable: los operarios y operarias de los talleres protegidos son tan trabajadores como el que más, y ciertamente merecen acceder a un salario que se equipare al mínimo, vital y móvil. Lógicamente, este tema no se resolverá de un día para el otro, pero no estaría de más que los distintos organismos de gobierno, nacional, provincial y municipal, tomen nota de esta situación y, en lo que compete a nosotros, como comunidad, comenzar a empujar de abajo hacia arriba para que la reivindicación salarial que los operarios y operarias de los talleres protegidos necesitan y merecen, sea realidad en un plazo razonable.
Para resaltar la importancia de contar en Rojas con un Taller Protegido, citamos a la Lic. Ester Frola, directora de la Escuela de Formación Integral y Capacitación Laboral y de la Red de Talleres Protegidos de APADIM, Córdoba:
“Transcurrieron más de 30 años de cambios culturales, políticos y sociales que llevaron a que la sociedad alcanzara la madurez y crecimiento suficiente para comenzar a hablar del concepto de persona sobre el de discapacidad. Se avanzó en la ruptura de los límites impuestos a este colectivo. El diagnóstico ya no cumple el papel de ser la medida de exclusión de las personas, sino que es el punto de inicio de un proceso de construcción de la persona en su relación con otros, en un contexto y dentro de una cultura determinada. Así, en este proceso de construcción de nuevos paradigmas, la educación está en proceso de cambio. La función ya no es de mera contención, es un espacio educativo que brinda a los alumnos herramientas para su propia integración social. El trabajo se convierte en una realidad para personas con discapacidad intelectual, Pero hay un espacio antes considerado ocupacional que todavía está construyendo su identidad. Esos son los Talleres Protegidos”.
“Esta construcción depende en gran medida de la formación y mirada de las profesionales, y personas que en general están involucrados en este tipo de proyectos”, añade. Y sentencia: “El gran desafío para los talleres protegidos es convertirse en proyectos sociales colectivos, donde la dignidad de la persona, de cada integrante, en igualdad de condiciones, se construya desde el concepto de trabajo. Suena utópico, parece más deseo que realidad. Pero las realidades se construyen asumiendo el impacto de los cambios, dejando de ver las diferencias como un problema y sobre todo cuando se ve en el otro a la persona que tiene un proyecto para desarrollar. Y esa conveniencia algunas veces se trasluce en el tipo de proyectos que se generan, en la toma de decisiones y hasta en la selección de objetivos que tienen los talleres. Los profesionales del área nos debemos una gran autocrítica sobre varios temas: concepto de trabajo, derecho, diversidad, perfil profesional. Mientras tanto la existencia de talleres protegidos nos exigen pensarlo como espacios de trabajo acordes a la población que asiste, generando condiciones creativas para que los operarios no solo desarrollen una tarea productiva significativa en el desarrollo personal de cada uno, sino que ésta se vea acompañado de una remuneración cada día mas acorde con la realidad económica”.
“Los talleres protegidos, hoy, son ámbitos laborales donde personas con discapacidad se incluyen en equipos de trabajo cuya tarea, ritmo y escala de producción son planificadas de acuerdo a la suma de capacidades y competencias del grupo. Paralelo a la producción en gran medida artesanal (valor agregado al producto final) se realiza un proceso de capacitación y formación que apunta a generar mayores competencias individuales como paso previo a una futura elección. La elección, para cada persona, significa valorar lo adquirido desde la confianza del conocimiento y poder proyectar en que espacio se desea desarrollar una actividad, laboral o no, en relación a sus propios intereses y vocación”, reflexiona Frola.
Por ello, remarca, “los talleres protegidos deberían dejar de ser el último espacio productivo de cualquier persona para convertirse en una etapa significativa de la vida de un adulto. Los talleres protegidos pueden convertirse en puentes de integración con la comunidad, en espacios que generen cambios de mirada sobre el concepto de discapacidad y hasta en puntos de cambio en las políticas de Estado. Los talleres protegidos son en definitiva un espacio social de promoción de la persona a partir de la propuesta laboral”.